El último verano de la boyita (2009) es una película dirigida por Julia Solomonoff que trata el tema de la intersexualidad en la adolescencia temprana. Jorgelina es una niña que va a pasar las vacaciones al campo con su padre. Allí, entabla amistad con Mario, un niño que resultará ser diferente al resto de los chicos.
Había ya leído muy buenas críticas sobre El último verano de la boyita. Alejandro Modarelli habla de ella en el libro Un cuerpo, mil sexos (una de las pocas publicaciones en castellano sobre intersexualidades), en el artículo "El gozo de los raros eventos, la potencia del lenguaje: "diagnóstico" de intersexualidad en la cultura". Modarelli considera que El último verano de la boyita, al contrario que la película XXY (2007) y que el best seller Middlesex de Jeffrey Eugenides (2002), se aleja del discurso biomédico o normativizador, y de las reglas del mercado. Compara, en este sentido, esta película con el diario de Herculine Barbin que sacó a la luz Michel Foucault.
Sin embargo, sí que aparece la sombra y la amenaza del discurso médico sobre Mario. Su familia se despreocupó de su condición intersexual. Al ver que Mario estaba sano, no pensaron que tenían que llevarle al médico. El padre de Jorgelina, que es médico, insiste en que sí que tendrían que haber hecho pruebas a Mario, y se ofrece para iniciar ahora el proceso de tratamiento que Mario necesita. La identidad de Mario se medicaliza en este momento. Ya no es Mario, es un
síndrome, un trastorno, un desorden. El doctor pretende llevarle a
Buenos Aires, a elegir tratamiento. Al intervenir el médico en la vida de Mario su madre se angustia, su padre le agrede, Mario se escapa.
Sin embargo,
a pesar de la
despreocupación en torno al tema, hay extrañeza en el tratamiento
que recibe. Desde el invierno, momento en el que comenzó a tener la regla, duerme
aislado fuera de las dependencias de la casa. Los chicos del pueblo
le tratan de forma extraña.
Esta extrañeza sostenida explota en el momento en el que un médico aparece para decir que Mario tiene un problema. Si bien no se utiliza el discurso médico, con palabras pronunciadas, en la película, podemos ver sus efectos perniciosos sobre las relaciones interpersonales y sobre la identidad de la persona afectada.
La parte masculina de la familia de Mario reacciona de forma violenta. Mario se escapa, y vuelve justo a tiempo para participar un torneo en el que tiene que probarse como hombre. ¿Por qué tiene que probar, pregunta Jorgelina, por si no le gusta?
Pasa la prueba, gana la carrera ante uno de los chicos que peor le trata, el más viril, el más mayor. ¿Qué pasará después? ¿Será suficiente para "probarse como hombre"? ¿Quiere Mario tener que probarse como hombre?
No sabemos qué pasará con Mario. Jorgelina se va, y es ella la única a la que Mario le ha contado él mismo su secreto. La reacción de Jorgelina tras escuchar lo que Mario le susurra al oído: "A mi abuela le salen bigotes. Igual me gustas así". A Jorgelina le da igual que Mario tenga pechos, que Mario menstrúe, le da igual todo lo que a su padre, el médico, le parecían motivos para iniciar un tratamiento.
Tengo que volver a ver XXY para comparar la presencia de los discursos medicalizados en ambas películas. Pero ya puedo decir que en esta película me ha causado gran angustia la intervención del médico en la identidad de Mario y, si bien no sabemos los efectos que esta intervención tendrán en Mario, vista la reacción de su entorno familiar, no puedo augurar nada bueno.
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