Es una tontería que cualquiera podría haber escrito: la constatación de la poca preocupación por ciertas vidas que muestran las personas provida.
La semana pasada, al menos 15 personas migrantes murieron ante las costas de Ceuta. A partir de entonces, ha circulado el mensaje de una pintada en una pared: «En Ceuta, ¿dónde están los “provida”?». Eso es, ¿dónde están los provida cuando se vulneran derechos humanos fundamentales? ¿Qué protegen? ¿Qué vidas lloran? ¿Qué tipo de vidas defienden? ¿Cuáles, en cambio, arrojan a la abyección? ¿Qué vidas -qué muertes- ignoran?
Vivimos oscuros momentos, por muchas razones. Una de ellas es el empecinamiento del ministro de Justicia del Gobierno, Alberto Ruíz-Gallardón, en eliminar el derecho al aborto. Conseguir este derecho había costado ya muchas peleas de movimientos feministas que luchaban por los derechos sexuales y reproductivos en décadas pasadas. Ahora, nos toca a sus hijas volver a salir a las calles. Y nos toca volver a escuchar agrios debates y constantes alusiones a la «defensa de la vida». Las personas que se muestran contrarias al aborto son defensoras acérrimas de la vida. Tanto es así, que extienden esa defensa a las personas concebidas y no nacidas.
Sin embargo, su discurso se olvida rápidamente de la defensa de la vida de las personas migrantes. El Estado, amparado por la Unión Europea, asegura que ha de utilizar TODOS los medios disponibles en la defensa de sus fronteras. Estos medios incluyen el uso de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla. Son éstas cuchillas que hacen auténticos destrozos en la carne humana, aunque son defendidas por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, por ser medidas pasivas, que disuaden y que no agreden.
Además, cuando las personas migrantes que tratan de acceder a Europa a través del mar y llegan a tocar tierra, en muchas ocasiones son devueltas ilegalmente al otro lado de la frontera, sin ni siquiera ser atendidas médicamente y, por supuesto, sin pasar por los centros de acogida de refugiados (sobre los cuales tendríamos mucho que escribir si pensamos en cómo se defiende la vida desde las instituciones…).
Esta semana pasada, el gran público ha conocido estas técnicas de control de fronteras del Gobierno a raíz de la noticia de la tragedia en aguas de Ceuta en la que han muerto por lo menos 15 personas. En este caso, la actuación policial concertada desde el Ministro del Interior ha sido aún más terrorífica: las fuerzas de seguridad del Estado intentaban repeler a las personas que estaban en el agua, impidiéndoles el acceso a tierra, con material antidisturbios. Como consecuencia de ello, 15 personas han sido encontradas muertas. Por supuesto, no va a haber una investigación más a fondo para buscar más cuerpos. Habrá personas que se hayan perdido para siempre, y nunca serán encontradas, ni siquiera buscadas. Todas estas vidas, para los provida, no importan. Sí que importan las vidas de cúmulos de células que tienen 6 semanas y que no son deseados.
Las mismas personas que creen, como que se han realizado más asesinatos a manos de las mujeres que abortan que a manos del comunismo y de ETA (
https://twitter.com/vox_vascongadas/status/428646627486621696), no sienten vergüenza al defender políticas migratorias asesinas y, a la vez, políticas de colonización y expolio de los países de origen de estas personas.
El Ministerio del Interior, además, no siente vergüenza al mentir. Al principio, defendían que no habían intervenido. Prácticamente sostenían que estas personas se habían muerto solas. Ahora, cambio de versión: sí que intervinieron, sí que echaron a pelotazos de goma a esas personas, pero de manera perfectamente legal porque no es España hasta que no se cruza a la Guardia Civil. La Benemérita, ese muro de la españolidad.
Además, difunden un vídeo manipulado sobre la actuación policial en la tragedia (
http://elventano.blogspot.com.es/2014/02/interior-difunde-un-video-manipulado.html). Este vídeo hace recordar otro grabado en agosto de 2013 y difundido por la ONG Prodeia en el que se observa cómo la Guardia Civil remolca a dos inmigrantes agarrados a la borda de la lancha hasta aguas marroquíes y, una vez allí, les abandona a su suerte para que alcancen por sus propios medios la costa de Marruecos. Para el Ministerio del Interior, esto es considerado «salvamento marítimo», cuando en realidad es una deportación ilegal e inhumana. ¿Dónde queda aquí la preocupación por la vida de estas personas?
Tras estas argumentaciones de ultraderecha, como detrás de otras muchas, sólo encontramos hipocresía. Ante este panorama, una labor de reflexión se hace necesaria. Hemos de cuestionarnos qué vidas se defienden, qué mecanismos hacen que unas vidas cuenten y sean lloradas, y que otras sean arrojadas al silencio y la abyección. Hemos de pensar quiénes son considerados como sujetos de pleno derecho. Hemos de cuestionar qué vidas merecen ser vividas y en qué condiciones pretenden las instituciones que sean vividas.
Tras esta labor de reflexión, los mecanismos de producción diferencial de sujetos de derecho quedan expuestos. Tenemos que trabajar para poner en evidencia estas burdas manipulaciones de las personas provida de ultraderecha con la esperanza de que, al hacerlo, contribuyamos de alguna manera al desmantelamiento de este sistema que no piensa, ni actúa, desde la perspectiva de la justicia global y de los derechos humanos.
Mónica Cano Abadía