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21.1.12

Mary Wollstonecraft


Está bastante claro, no necesita comentario alguno.

Por otra parte, mucho se podría decir sobre esta gran mujer. Ahí van unas pinceladas.

Filósofa y escritora británica del siglo XVIII. Escribió en 1792 la Vindicación de los derechos de la mujer, texto reivindicado por el feminismo igualitario. Wollstonecraft critica en este texto las tesis de Rousseau pues, aunque es considerado como un gran pedagogo, asientan las bases del patriarcado moderno. La educación que propone Rousseau es completamente diferente para hombres y para mujeres: las mujeres no necesitan una educación racional, sino simplemente una educación doméstica, encaminada hacia la consecución de placer para el hombre.

Es, sobre todo, una obra que condena la educación que se daba a las mujeres porque las hacía “más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podían haber sido”, y porque deformaba sus valores con ”nociones equivocadas de la excelencia femenina”.

Wollstonecraft propone la idea de que las esposas deberían ser las compañeras racionales de sus maridos. Las mujeres deben de ser educadas pues, al ser ellas las que se ocupan de la educación de la prole, éstas deben estar bien educadas para poder pasar el conocimiento a la siguiente generación.

22.11.11

La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana - Olympe de Gouges

La petición de las mujeres en 1789 no fue ni mucho menos escuchada, y aún dos años después Olympe de Gouges seguía haciendo la misma reivindicación en su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana

Olympe de Gouges, dramaturga instruida e inteligente, considerada demasiado fantasiosa y extravagante, politizó sus obras con la llegada de la revolución. Escribió pidiendo talleres para los desocupados, un impuesto voluntario sobre la riqueza, mejores condiciones de los hospitales de maternidad y contra los privilegios de los aristócratas, aunque su posición política fue la de apoyar la monarquía constitucional.

 Una lectura de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, nos muestra un uso sexista del lenguaje. Al recibir esta Declaración, las mujeres, acostumbradas a no oír hablar de las mujeres, pensaron que el término “hombre” era un plural en el que ellas podían estar incluidas. Más tarde, no mucho más tarde, se dieron cuenta de que “hombre” y “ciudadano” significan exactamente lo que está escrito. Aún hoy, las mujeres seguimos pensando que cuando leemos “hombre” se está hablando de “persona” o de “ser humano” y sentimos que esa palabra nos representa. Quizá deberíamos atender a esta Declaración para darnos cuenta de que cuando se dice "hombre", se reprensenta sólo al sujeto masculino. 

De Gouges, en su texto, repite casi literalmente algunas frases de la Declaración de los hombres (como la frase: “Las diferencias sociales no pueden tener otro fundamento que la utilidad común”) para hacer hincapié en el hecho de que las mujeres no estaban icluídas en la otra declaración. Las mujeres no eran consideradas miembros del cuerpo social, y los derechos no se les aplicaban.

Olympe de Gouges, para hacer visibles a las mujeres que se habían quedado fuera de ese supuesto universal “hombre”, se refiere constantemente a los hombres y las mujeres, juntos, cuando no se refiere solamente a las mujeres.


En el Preámbulo de su texto, Olympe de Gouges nos dice que la desigualdad de los sexos va contra naturam, y considera que es irracional que el hombre actúe como un déspota con un sexo que está en la plena posesión de sus facultades intelectuales. En los artículos, De Gouges pide por la igualdad de los derechos ante la ley, en cuestiones cívicas y en cuestiones de impuestos y propiedades.

El artículo décimo contiene la frase más célebre de la Declaración de De Gouges: “Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; la mujer tiene el derecho de subir al cadalso; debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley”. Pide aquí por la libertad de expresión para las mujeres; por el derecho a poder manifestar sus opiniones, incluso las políticas, en público; por el derecho a poder hacer uso de una voz femenina que ha sido siempre acallada.

21.11.11

La declaración de los derechos del hombre (1789) - Reacción de las mujeres


La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, y es uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa. Las mujeres, sin embargo, no tardaron en darse cuenta de que la palabra “hombre” no era un plural universal: no estaba planeado dejarlas participar en estos derechos de ciudadanía. Las mujeres se dirigieron con estas palabras a la Asamblea:

¡Ah, Ilustres Señores!, no permitáis que continúen ocultando ignominiosamente cualidades tan gloriosas para nosotras y tan interesantes para la nación. Atreveos hoy a reparar a favor de nosotros las antiguas injusticias de vuestro sexo; ponednos en condiciones de trabajar como vosotros y con vosotros para la gloria y felicidad del pueblo francés, y si, como lo esperamos, consentís en compartir con nosotras vuestro poder, que ya no debamos esa preciosa ventaja al brillo de nuestros encantos y a la debilidad de vuestro corazón sino únicamente a vuestra justicia, a nuestros talentos y a la santidad de vuestras leyes
(1789-1793. La voz de las Mujeres en la Revolución Francesa. Cuadernos de quejas y otros textos, Barcelona, La Sal, Edicions de les dones, 1989, p. 124).

Dicho esto, presentaron un proyecto de decreto en el cual pedían la abolición de todo privilegio masculino, igualdad de trato, la misma libertad, derechos (derecho a voto, derecho a comprar y vender propiedades, derecho a pertenecer a asambleas de distrito...) y honores que los hombres, igualdad de poder dentro del matrimonio. También pedían que dejara de considerarse a las mujeres como el sexo innoble; de esta manera, para castigar a un militar se dejaría de vestirlo de mujer. Por otro lado, siguiendo con la vestimenta, exigían el derecho a poder llevar pantalones y de que éstos dejaran de ser ropa exclusivamente masculina. 

Las mujeres, en esta petición de 1789, exhortan a los hombres a atreverse a dejar de ser injustos con las mujeres. Y en efecto, estas mujeres eran conscientes de que lo que estaban pidiéndoles a los hombres era todo un acto de valentía. Los hombres tenían que reunir valor y atreverse a dejar de actuar de una forma que ha sido la hegemónica durante siglos. Los hombres, al dejar de ser injustos con las mujeres, estaban lanzando todo un desafío a la cultura establecida y estaban criticando unos valores profundamente enraizados en esa cultura. 

También evidencian con esta petición que, tradicionalmente, el poder de las mujeres se ha asociado a los encantos de la seducción femenina, a los que han sucumbido los hombres, siendo así las mujeres como hechiceras manipuladoras y los hombres como pobres víctimas. Estas mujeres reivindican la posesión de otros talentos con los que poder actuar tanto en su vida privada como en la vida política. Esta consideración de las mujeres como bellas encantadoras está conectado con el tipo de críticas que se les dirigieron a las mujeres que se involucraron en política, normalmente dirigidas al terreno de lo personal, que, decían, utilizaban las mujeres para conseguir sus objetivos. 

Las mujeres piden ser sujetos políticos activos, con derecho a disfrutar de un poder compartido con los hombres. El hecho de que tengan que pedir permiso para tener derechos, pedir permiso para dejar de ser objetos, nos hace evidente el que las mujeres no participaban en esa Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano que abrazaron con alegría para pasar a detestar, por ser la constatación de que no se pretendía considerarlas como ciudadanas portadoras de derechos, así como la constatación de que, si querían esos derechos, tendrían que luchar por sí mismas para conseguirlos. 

20.11.11

La primera ola feminista


La primera ola feminista comenzó a desarrollarse en el siglo XVIII. Este primer pensamiento feminista nace en el seno de los debates sobre la igualdad y la diferencia entre los sexos de la Ilustración. Pronto, las mujeres se dieron cuenta de los valores de igualdad, de libertad, etc. que se proclamaban no eran universales, sino que dejaban a las mujeres fuera. 

Así, las reivindicaciones de este feminismo tienen que ver con la petición de reconocimiento de la ciudadanía de las mujeres, del reconocimiento del papel social de las mujeres. Se critica la exclusión de las mujeres del campo de los bienes y de los derechos, la exclusión de las mujeres de la esfera pública. Se pide libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho al voto, para las mujeres. Se pide el derecho al divorcio, el derecho a realizar actividades económicas remuneradas para poder adquirir independencia, el acceso a una educación de calidad. 

Este feminismo se ocupa de la reivincicación de los derechos básicos de ciudadanía de las mujeres, buscando la universalidad real de los valores igualitaristas del la Ilustración.

Enmarcadas en este feminismo podemos encontrar las reivindicaciones de Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges, Sojouner Truth, Clara Campoamor, y de todo el  movimiento sufragista.