El feminismo no es una lucha de mujeres para la liberación de las mujeres, únicamente. El feminismo es la lucha por abolir un sistema que tiene unas rígidas normas de sexo, género y sexualidades que establecen unos roles rígidos que se han de seguir. Tanto los hombres como las mujeres no nacemos sino que nos hacemos, nos construimos en base a unos modelos de masculinidad y feminidad imperantes en el momento histórico que nos toca vivir
Así, el sistema heterosexista en el que vivimos afecta no sólo a las mujeres, sino también, de muchas formas, las vidas de los hombres (y de personas que no se adscriben ni en la categoría de las mujeres ni en la de los hombres); no afecta solamente a las mujeres, sino que es un sistema establecido que toma el control sobre las vidas de todas las personas.
Este sistema potencia relaciones de opresión y de poder entre las personas, dividiéndolas en categorías y subgrupos. Enfrenta a los grupos de población como forma de control y de imposición de los valores hegemónicos.
Pensar que con la lucha feminista se favorece sólo a las mujeres, y no a la sociedad en general; pensar que, incluso, con la lucha feminista se perjudica a los hombres puede ser visto como una analogía de la idea de que con la lucha anti-esclavista sólo se favorecía a los negros y que, de hecho, se perjudicaba a los blancos, que perdían mano de obra gratuita.
La lucha por la liberación de un sector de la población, cualquiera que éste sea, debería ser fomentada y estimulada.
Una vez mas, sentido común.
Aunque se puede discutir, y lo discutiremos, aquello de las “diferenciaciones naturales”, podemos recoger las frases finales de El segundo sexo de Simone de Beauvoir: “para lograr esta victoria suprema [hacer triunfar el reino de la libertad] es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones naturales los hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”. Tendría, entonces, todo el sentido del mundo si los hombres que se preocupan por la libertad en esta sociedad se preocuparan también por las luchas antisexistas.
Así, el sistema heterosexista en el que vivimos afecta no sólo a las mujeres, sino también, de muchas formas, las vidas de los hombres (y de personas que no se adscriben ni en la categoría de las mujeres ni en la de los hombres); no afecta solamente a las mujeres, sino que es un sistema establecido que toma el control sobre las vidas de todas las personas.
Este sistema potencia relaciones de opresión y de poder entre las personas, dividiéndolas en categorías y subgrupos. Enfrenta a los grupos de población como forma de control y de imposición de los valores hegemónicos.
Pensar que con la lucha feminista se favorece sólo a las mujeres, y no a la sociedad en general; pensar que, incluso, con la lucha feminista se perjudica a los hombres puede ser visto como una analogía de la idea de que con la lucha anti-esclavista sólo se favorecía a los negros y que, de hecho, se perjudicaba a los blancos, que perdían mano de obra gratuita.
La lucha por la liberación de un sector de la población, cualquiera que éste sea, debería ser fomentada y estimulada.
Una vez mas, sentido común.
Aunque se puede discutir, y lo discutiremos, aquello de las “diferenciaciones naturales”, podemos recoger las frases finales de El segundo sexo de Simone de Beauvoir: “para lograr esta victoria suprema [hacer triunfar el reino de la libertad] es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones naturales los hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”. Tendría, entonces, todo el sentido del mundo si los hombres que se preocupan por la libertad en esta sociedad se preocuparan también por las luchas antisexistas.
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