Foucault ya nos prevenía de la reducción de lo político a lo económico. La política no es solamente ese circo mediático que nos representan en la “vida política”, ni obedece solamente a las actividades de infraestructuras económicas. El poder se extiende como una red sináptica hasta los rincones más recónditos del cuerpo social, de nuestros cuerpos. Y, allí donde hay poder, hay resistencia. Por ello, la resistencia al poder puede darse también a nivel local, a nivel cotidiano, no sólo como forma de lucha que confronta a la clase oprimida contra un gran poder económico monolítico. Este esquema dualista ya no nos sirve.
Las feministas de los años 70 ya intentaron señalar que lo personal es político. Pero las implicaciones políticas de este lema no fueron exploradas por los movimientos de izquierdas. Siempre se han considerado los problemas económicos como más importantes que los problemas personales, locales, cotidianos, corporales. Así, se ha perdido una buena oportunidad de explorar cómo en realidad lo cotidiano, lo que se considera personal, está atravesado y atraviesa la economía. No son problemas separados, ni separables, obedecen al mismo orden de relaciones de poder. Sin embargo, a las feministas de los 70, y a l*s feministas de hoy en día se nos pretende relegar a un segundo plano, considerando que nuestras luchas son menos importantes ahora, en este momento de crisis económica mundial. Pues bien, para mí es evidente que ambas luchas pueden ser simultáneas, sin restarle ni un ápice de efectividad ni a la una ni a la otra sino, más bien, todo lo contrario: el análisis es más profundo, las posibilidades de estrategia subversiva se amplían.
De nada nos sirve intentar levantar el yugo si nos dejamos los grilletes puestos.
Las feministas de los años 70 ya intentaron señalar que lo personal es político. Pero las implicaciones políticas de este lema no fueron exploradas por los movimientos de izquierdas. Siempre se han considerado los problemas económicos como más importantes que los problemas personales, locales, cotidianos, corporales. Así, se ha perdido una buena oportunidad de explorar cómo en realidad lo cotidiano, lo que se considera personal, está atravesado y atraviesa la economía. No son problemas separados, ni separables, obedecen al mismo orden de relaciones de poder. Sin embargo, a las feministas de los 70, y a l*s feministas de hoy en día se nos pretende relegar a un segundo plano, considerando que nuestras luchas son menos importantes ahora, en este momento de crisis económica mundial. Pues bien, para mí es evidente que ambas luchas pueden ser simultáneas, sin restarle ni un ápice de efectividad ni a la una ni a la otra sino, más bien, todo lo contrario: el análisis es más profundo, las posibilidades de estrategia subversiva se amplían.
De nada nos sirve intentar levantar el yugo si nos dejamos los grilletes puestos.
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