En
el sistema occidental, regido por normas rígidas y bipolares de
sexo, género y sexualidad, los individuos han alinear su anatomía con el sexo que se les asigna al nacer, con su identidad de género, su comportamiento y su orientación sexual. Aquellas
personas que no encajan en una de las dos categorías de sexo (mujer u hombre), o cuya sexualidad se sale de la norma de lo inteligible, o cuya identidad de género no corresponde con lo que se esperaría de su anatomía, no
encuentran un lugar en el mundo en nuestra sociedad. Sin embargo, la
antropología nos ha mostrado que en algunas sociedades existen uno o
más roles de género o experiencias corporales que no se adecuan a
este esquema. Algunas de estas configuraciones
diferentes de las normas de género y sexo son: dos espíritus en
culturas indoamericanas, fa’afafine
en Polinesia, vírgenes jurados en los Balcanes, hijras
en India y Pakistan, bugis
en Célebes, mollies
en la Inglaterra del s. XVIII, muxes
en las culturas zapotec de México.
Los vírgenes jurados son personas asignadas al
sexo femenino de nacimiento que cambian su género por uno
masculino en la edad adulta. Tienen un rol tradicional en los
Balcanes: en la Bosnia eslava, Serbia, Montenegro, Croacia, Albania,
en algunas regiones de Rumanía y Grecia, y entre los pueblos
romaníes. Suponen la única alternativa institucionalizada a nuestro
sistema de sexo/género/sexualidad en Europa.
Existen al menos dos razones
forzadas por las cuales una mujer pasa a tener un rol masculino en
estas sociedades balcánicas: al rechazar un matrimonio y para
salvar a la familia de la deshonra, jurando su virginidad de por vida
y pasando a vivir como un hombre; ante la ausencia de una figura
masculina que actuase como autoridad en la familia.
Algunas de ellas toman su decisión
voluntariamente para huir de la situación que sufren las mujeres y
para alcanzar así cierta liberación y garantizarse el acceso a
ciertas actividades prohibidas a las mujeres. Sin embargo, existen
limitaciones y excepciones: pasan a tener el estatus legal y social
de un hombre, pero se les prohíbe mantener relaciones sexuales con
cualquier otra persona. Por otra parte, estas personas son siempre
consideradas como hombres pero son inmunes a las enemistades y
venganzas masculinas ente clanes.
Este esquema supone una
organización diferente de las normas de sexo y género, pero se
inscribe en un contrato social basado en la heterosexualidad
obligatoria: deben realizar un juramento de castidad para evitar que
se den situaciones de ambigüedad y sexualidades no normativas. Estas
personas, si bien viven una desconexión entre el sexo asignado de
nacimiento y el género con el que se les reconoce socialmente,
se ven insertas en un contrato social heterosexual que les obliga a jurar eliminar de su vida cualquier relación afectivo-sexual con cualquier persona.
Aquí un vídeo corto (en inglés) que incluye una entrevista a un virgen jurado albanés. Clic aquí.