Las categorías de sexo han cambiado a lo largo de la historia. Hoy en día, se utilizan criterios diferentes para determinar el sexo; criterios que, con seguridad, volverán a cambiar en un futuro. La biología tiene su propia historia social. Podemos rastrear, en diferentes tiempos y en diferentes culturas, formas diversas de considerar los sexos.
Platón introduce en su diálogo Banquete, en boca de Aristófanes, un mito en el que reconoce la existencia de tres sexos y de tres prácticas sexuales diferentes. Según este mito, hubo un tiempo en el que existían tres sexos: “tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido [el andrógino]” (PLATÓN, “Banquete” en Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, vol. III, p. 222).
Al hablarnos de un mito, se puede considerar que se refiere a realidades que no existen; sin embargo, sabemos que las personas andróginas sí existen. A partir de la fantasía dice cosas que son reales: los cuerpos redondos no existen ni han existido, pero las personas andróginas sí. Existen, pero “en la ignominia” (Ibíd).
Las personas eran entonces redondas, con dos caras mirando en direcciones opuestas, cuatro piernas, cuatro brazos, cuatro orejas y dos órganos sexuales. Estas personas conspiraron contra los dioses y Zeus decidió cortarlos en dos mitades para hacerlos más débiles. Entonces, cada parte vivía buscando la mitad de la cual fue separada, y surgen así tres prácticas sexuales diferentes: la heterosexual, la lésbica y la homosexual. Nos dice Platón:
Cuantos hombres son sección de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres, y pertenece también a este género la mayoría de los adúlteros; y proceden también de él cuantas mujeres, a su vez, son aficionadas a los hombres y adúlteras. Pero cuantas mujeres son sección de mujer, no prestan mucha atención a los hombres sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden también las lesbianas (Ibíd., p. 226).
En este fragmento, Platón menciona el lesbianismo; de hecho, ésta es la única referencia que existen en la literatura clásica de Atenas que reconoce explícitamente la existencia de la homosexualidad femenina. Platón continúa su relato valorando la homosexualidad masculina de forma muy positiva, superior a la heterosexualidad:
Éstos [los homosexuales, que proceden de sección de varón] son los mejores de entre los jóvenes y adolescentes, ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no hacen esto por desvergüenza sino por audacia, hombría y masculinidad, abrazando lo que es similar a ellos. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos (Ibíd., p. 226-227).
Los homosexuales son más viriles por naturaleza, nos dice Platón, pues proceden de un ser completamente masculino y no tienen en sí ninguna parte femenina. Platón privilegia lo masculino por encima de todo, y la homosexualidad masculina es considerada como la práctica sexual más perfecta. Esta apreciación cambiará con el cristianismo, al considerar que la sexualidad sólo tiene que darse con el fin de la reproducción. Además, observamos que para Platón los homosexuales eran los hombres más viriles, mientras que actualmente la homosexualidad se considera como una feminización de los varones.
La relación que Platón nos está describiendo aquí es una relación homosexual pederasta. La pederastia homosexual no era sólo una práctica sexual sino un método de aprendizaje, una formación. Esta práctica, en la Antigua Grecia, estaba regulada: un menor de veintiún años (erómeno) se unía con un adulto (erastés), y en esa relación se realizaba un intercambio, tanto físico como intelectual. La forma de la práctica sexual también estaba reglada: el joven debía mantener una actividad sexual pasiva e, incluso, no sentirse atraído sexualmente hacia su amante mayor, mientras que el adulto tenía un rol activo. El hombre mayor educaba, protegía y amaba al joven, quien le proporcionaba a su vez belleza y juventud.
Platón conecta al sexo masculino con el sol, al sexo femenino con la tierra, y al sexo andrógino con la luna, que participa de los dos. Observamos aquí una conexión con el mito de la caverna platónico: lo masculino se asocia con el sol, que es el símbolo de lo más elevado, del bien. Así pues, Platón valora positivamente al sexo masculino, mientras que vincula al sexo femenino con lo terrenal, que tiene una valoración negativa en Platón.
Nota: el vídeo es una canción llamada "The origin of love" de la película Hedwig and the angry inch. Tras la lectura de este mito de Platón, yo prefiero hacer hincapié en la idea del tercer sexo que en la idea del origen del amor romántico como búsqueda de la otra mitad, etc. Pero aún así, es una canción que repasa bastante bien el mito.
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