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11.2.14

Hipocresía provida. Vidas no lloradas. En TURBA.

Aquí dejo un texto que he fabricado para Turba, Revista de Filosofía Política. Es una tontería que cualquiera podría haber escrito: la constatación de la poca preocupación por ciertas vidas que muestran las personas provida.

La semana pasada, al menos 15 personas migrantes murieron ante las costas de Ceuta. A partir de entonces, ha circulado el mensaje de una pintada en una pared: «En Ceuta, ¿dónde están los “provida”?». Eso es, ¿dónde están los provida cuando se vulneran derechos humanos fundamentales? ¿Qué protegen? ¿Qué vidas lloran? ¿Qué tipo de vidas defienden? ¿Cuáles, en cambio, arrojan a la abyección? ¿Qué vidas -qué muertes- ignoran?
Vivimos oscuros momentos, por muchas razones. Una de ellas es el empecinamiento del ministro de Justicia del Gobierno, Alberto Ruíz-Gallardón, en eliminar el derecho al aborto. Conseguir este derecho había costado ya muchas peleas de movimientos feministas que luchaban por los derechos sexuales y reproductivos en décadas pasadas. Ahora, nos toca a sus hijas volver a salir a las calles. Y nos toca volver a escuchar agrios debates y constantes alusiones a la «defensa de la vida». Las personas que se muestran contrarias al aborto son defensoras acérrimas de la vida. Tanto es así, que extienden esa defensa a las personas concebidas y no nacidas.
Sin embargo, su discurso se olvida rápidamente de la defensa de la vida de las personas migrantes. El Estado, amparado por la Unión Europea, asegura que ha de utilizar TODOS los medios disponibles en la defensa de sus fronteras. Estos medios incluyen el uso de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla. Son éstas cuchillas que hacen auténticos destrozos en la carne humana, aunque son defendidas por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, por ser medidas pasivas, que disuaden y que no agreden.
Además, cuando las personas migrantes que tratan de acceder a Europa a través del mar y llegan a tocar tierra, en muchas ocasiones son devueltas ilegalmente al otro lado de la frontera, sin ni siquiera ser atendidas médicamente y, por supuesto, sin pasar por los centros de acogida de refugiados (sobre los cuales tendríamos mucho que escribir si pensamos en cómo se defiende la vida desde las instituciones…).
Esta semana pasada, el gran público ha conocido estas técnicas de control de fronteras del Gobierno a raíz de la noticia de la tragedia en aguas de Ceuta en la que han muerto por lo menos 15 personas. En este caso, la actuación policial concertada desde el Ministro del Interior ha sido aún más terrorífica: las fuerzas de seguridad del Estado intentaban repeler a las personas que estaban en el agua, impidiéndoles el acceso a tierra, con material antidisturbios. Como consecuencia de ello,  15 personas han sido encontradas muertas. Por supuesto, no va a haber una investigación más a fondo para buscar más cuerpos. Habrá personas que se hayan perdido para siempre, y nunca serán encontradas, ni siquiera buscadas. Todas estas vidas, para los provida, no importan. Sí que importan las vidas de cúmulos de células que tienen 6 semanas y que no son deseados.
Las mismas personas que creen, como que se han realizado más asesinatos a manos de las mujeres que abortan que a manos del comunismo y de ETA (https://twitter.com/vox_vascongadas/status/428646627486621696), no sienten vergüenza al defender políticas migratorias asesinas y, a la vez, políticas de colonización y expolio de los países de origen de estas personas.
El Ministerio del Interior, además, no siente vergüenza al mentir. Al principio, defendían que no habían intervenido. Prácticamente sostenían que estas personas se habían muerto solas. Ahora, cambio de versión: sí que intervinieron, sí que echaron a pelotazos de goma a esas personas, pero de manera perfectamente legal porque no es España hasta que no se cruza a la Guardia Civil. La Benemérita, ese muro de la españolidad.
Además, difunden un vídeo manipulado sobre la actuación policial en la tragedia (http://elventano.blogspot.com.es/2014/02/interior-difunde-un-video-manipulado.html). Este vídeo hace recordar otro grabado en agosto de 2013 y difundido por la ONG Prodeia en el que se observa cómo la Guardia Civil remolca a dos inmigrantes agarrados a la borda de la lancha hasta aguas marroquíes y, una vez allí, les abandona a su suerte para que alcancen por sus propios medios la costa de Marruecos. Para el Ministerio del Interior, esto es considerado «salvamento marítimo», cuando en realidad es una deportación ilegal e inhumana. ¿Dónde queda aquí la preocupación por la vida de estas personas?
Tras estas argumentaciones de ultraderecha, como detrás de otras muchas, sólo encontramos hipocresía. Ante este panorama, una labor de reflexión se hace necesaria. Hemos de cuestionarnos qué vidas se defienden, qué mecanismos hacen que unas vidas cuenten y sean lloradas, y que otras sean arrojadas al silencio y la abyección. Hemos de pensar quiénes son considerados como sujetos de pleno derecho. Hemos de cuestionar qué vidas merecen ser vividas y en qué condiciones pretenden las instituciones que sean vividas.
Tras esta labor de reflexión, los mecanismos de producción diferencial de sujetos de derecho quedan expuestos. Tenemos que trabajar para poner en evidencia estas burdas manipulaciones de las personas provida de ultraderecha con la esperanza de que, al hacerlo, contribuyamos de alguna manera al desmantelamiento de este sistema que no piensa, ni actúa, desde la perspectiva de la justicia global y de los derechos humanos.
                                                                                                                                                                                                                                 Mónica Cano Abadía

4.11.12

¿Necesitan las mujeres musulmanas ser salvadas?

El título de esta entrada está basado en el artículo "Do Muslim Women really Need Saving?" de Lila Abu-Lughod, profesora de Antropología y Estudios de Género y de Mujeres en la Universidad de Columbia. Os podéis descargar el artículo en inglés aquí.

En "Do Muslim Women really Need Saving?", Abu-Lughod hace referencia al uso que han hecho algunos Estados de ciertos tipos de feminismo para justificar guerras. Por ejemplo, Estados Unidos justificó su intervención en Afganistán esgrimiento el argumento de la liberación de las mujeres afganas. Abu-Lughod cuestiona la idea de que las mujeres (musulmanas en este caso) necesitan ser salvadas. En lugar de ser mujeres víctimas que necesitan que otros/as vayan a salvarlas, se podría mirar a las mujeres musulmanas como sujetos que tienen algo que decir y que aportar a la perspectiva de los/as salvadores/as. Por otra parte, aquellas instancias que se erigen como salvadoras, pues creen que sus estructuras culturales son más igualitarias y justas, deberían cuestionarse también su parte de responsabilidad, y estar abiertas al cambio de perspectiva que el contacto con otra cultura diferente puede conllevar. 

Abu-Lughod realiza, además, en este artículo, un interesante análisis feminista del burqa y de los múltiples significados que el velo tiene en el mundo musulmán. 

Judith Butler, en una entrevista realizada por la revista Guernica, también critica los usos cínicos que se hacen del feminismo para justificar guerras. Dice Butler: "la gran mayoría de las feministas se oponen a estas guerras contemporáneas, y rechazan la falsa construcción de mujeres musulmanas que 'necesitan ser salvadas' por ser un uso cínico de las preocupaciones feministas sobre la igualdad. Hay algunos movimientos feministas musulmanes muy fuertes e interesantes, y tachar al Islam de anti-feminista no sólo no considera esos movimientos sino que desplaza muchas de las desigualdades que persisten en el primer mundo hacia otro lugar imaginario". 



Uno de estos movimientos a los que Butler se refiere es RAWA, Revolutionary Asociation of the Women of Afghanistan, que lucha desde 1977 por los derechos de las mujeres, la democracia y la libertad en Afganistán. 




26.9.12

Disforia de género en el DSM-V

En mayo de 2013 está prevista la publicación de la quinta edición del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales de la Asociación Norte-americana de Psiquiatría). 

Cada edición del DSM tiene un impacto masivo en la práctica psiquiátrica y en la educación médica a nivel mundial. Este libro hace una lista de desórdenes mentales y explica cómo diagnosticarlos, por lo que dicta la práctica diagnóstica en la medicina establecida. La preparación de esta quinta edición del manual ha provocado desde el comienzo protestas internacionales, pues parece que el DSM-V va a bajar el umbral de lo que se conoce como enfermedad mental. Así, aparecerán nuevas enfermedades como el Síndrome de Riesgo Psicótico, el Desorden de Desregulación del Carácter o el Trastorno por Atracón (de comida). El rango de comportamientos humanos medicados y llevados a terapia psiquiátrica se extiende. La cantidad de personas estigmatizadas y patologizadas aumenta. 

El nuevo DSM sigue la lógica de las ediciones precedentes: los desórdenes se definen en términos de comportamiento, por lo que aspectos visibles de nuestras vidas se utilizan para definir categorías clínicas. Una persona nerviosa y tímida no lo es por una condición clínica subyacente sino que sus síntomas se convierten en una patología en sí misma: fobia social. Los nuevos diagnósticos se realizan basándose en síntomas superficiales, no en estructuras complejas que sólo pueden diagnosticarse con un estudio profundo de la persona.

Con cada edición del DSM se han ido patologizando más aspectos de la conducta humana. La primera edición, aparecida en 1952, sólo tenía 129 páginas y pocas categorías básicas de diagnóstico. En la década de los 1980 el manual tenía más de 900 páginas, y las 180 categorías de trastornos mentales que aparecían en 1984 aumentaron hasta más del doble durante la siguiente década.

Además, no podemos obviar las relaciones entre la psiquiatría y la industria farmacológica. En los últimos años se ha promocionado la idea de que para cada síntoma existe una cura. Con cada nueva categoría de enfermedad mental, aparece un nuevo medicamento que cura la timidez, elimina la urgencia de comer compulsivamente, ayuda a calmar los nervios u obliga a una niña demasiado creativa y movida a centrarse en sus estudios.

El diagnóstico de la transexualidad tiene el honor de tener su propia categoría en el DSM-V. A pesar de la campaña mundial que pide el cese de la patologización de la transexualidad, campaña de la que hablaremos más adelante, no sólo no se ha eliminado la transexualidad de la nueva edición sino que ahora tiene una categoría propia: Disforia de Género. En el DSM-IV, la Disforia de Género o Trastornos de la Identidad Sexual estaban dentro de la categoría llamada <<Trastornos sexuales y de la identidad sexual>>, junto a la pedofilia, el masoquismo sexual, el sadismo sexual, la eyaculación precoz o el exhibicionismo. La categoría llamada <<Trastornos sexuales y de la identidad sexual>> desaparece en el DSM-V y muchos de los desórdenes que aparecían juntos en esa categoría han sido redistribuidos entre los capítulos Disfunciones Sexuales y Desórdenes Parafílicos.

El DSM-V define la Disforia de Género como una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado durante al menos seis meses. Para el diagnóstico de Disforia de Género en una persona, el DSM-V considera que deben de existir unos criterios específicos:
1.- Una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y sus características sexuales primarias y/o secundarias.
2.- Un fuerte deseo de deshacerse de sus características sexuales primarias y/o secundarias a causa de una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado.
3.- Un fuerte deseo de tener las características sexuales primarias y/o secundarias del otro género.
4.- Un fuerte deseo de ser del otro género (o de algún otro género alternativo diferente al asignado).
5.- Un fuerte deseo de ser tratado como el otro género (o como algún otro género alternativo diferente al asignado).
6.- Una fuerte convicción de que se tienen los típicos sentimientos y reacciones del otro género (o de algún otro género alternativo diferente al asignado).

Además, nos hace notar que es una condición asociada con angustia clínicamente significativa o discapacidad social u ocupacional, además de un alto riesgo de sufrimiento, como angustia o incapacidad. El sufrimiento viene causado por la disforia de género, no por un binarismo acusado que no permite ninguna expresión/vivencia/identidad de género que no sea la que se asocia con el sexo asignado por nacimiento (lo cual, ya lo sabemos, también es problemático por el mismo problema: el binarismo sexual cerrado). 

Dentro de los desórdenes parafílicos encontramos el Desorden Travestista, que consiste en tener, durante un periodo superior a seis meses, excitación sexual intensa y recurrente al tener fantasías, deseos o comportamientos travestis.

Como en el caso de la Disforia de Género, nos previene de que las fantasías, los impulsos sexuales o los comportamientos causan angustia marcada o discapacidad social u ocupacional. Son las fantasías las que le causan la angustia a la persona, no el no poder encontrar cauces no patologizantes ni estigmatizantes para dar rienda suelta a sus fantasías y comportamientos.