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26.9.12

Disforia de género en el DSM-V

En mayo de 2013 está prevista la publicación de la quinta edición del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales de la Asociación Norte-americana de Psiquiatría). 

Cada edición del DSM tiene un impacto masivo en la práctica psiquiátrica y en la educación médica a nivel mundial. Este libro hace una lista de desórdenes mentales y explica cómo diagnosticarlos, por lo que dicta la práctica diagnóstica en la medicina establecida. La preparación de esta quinta edición del manual ha provocado desde el comienzo protestas internacionales, pues parece que el DSM-V va a bajar el umbral de lo que se conoce como enfermedad mental. Así, aparecerán nuevas enfermedades como el Síndrome de Riesgo Psicótico, el Desorden de Desregulación del Carácter o el Trastorno por Atracón (de comida). El rango de comportamientos humanos medicados y llevados a terapia psiquiátrica se extiende. La cantidad de personas estigmatizadas y patologizadas aumenta. 

El nuevo DSM sigue la lógica de las ediciones precedentes: los desórdenes se definen en términos de comportamiento, por lo que aspectos visibles de nuestras vidas se utilizan para definir categorías clínicas. Una persona nerviosa y tímida no lo es por una condición clínica subyacente sino que sus síntomas se convierten en una patología en sí misma: fobia social. Los nuevos diagnósticos se realizan basándose en síntomas superficiales, no en estructuras complejas que sólo pueden diagnosticarse con un estudio profundo de la persona.

Con cada edición del DSM se han ido patologizando más aspectos de la conducta humana. La primera edición, aparecida en 1952, sólo tenía 129 páginas y pocas categorías básicas de diagnóstico. En la década de los 1980 el manual tenía más de 900 páginas, y las 180 categorías de trastornos mentales que aparecían en 1984 aumentaron hasta más del doble durante la siguiente década.

Además, no podemos obviar las relaciones entre la psiquiatría y la industria farmacológica. En los últimos años se ha promocionado la idea de que para cada síntoma existe una cura. Con cada nueva categoría de enfermedad mental, aparece un nuevo medicamento que cura la timidez, elimina la urgencia de comer compulsivamente, ayuda a calmar los nervios u obliga a una niña demasiado creativa y movida a centrarse en sus estudios.

El diagnóstico de la transexualidad tiene el honor de tener su propia categoría en el DSM-V. A pesar de la campaña mundial que pide el cese de la patologización de la transexualidad, campaña de la que hablaremos más adelante, no sólo no se ha eliminado la transexualidad de la nueva edición sino que ahora tiene una categoría propia: Disforia de Género. En el DSM-IV, la Disforia de Género o Trastornos de la Identidad Sexual estaban dentro de la categoría llamada <<Trastornos sexuales y de la identidad sexual>>, junto a la pedofilia, el masoquismo sexual, el sadismo sexual, la eyaculación precoz o el exhibicionismo. La categoría llamada <<Trastornos sexuales y de la identidad sexual>> desaparece en el DSM-V y muchos de los desórdenes que aparecían juntos en esa categoría han sido redistribuidos entre los capítulos Disfunciones Sexuales y Desórdenes Parafílicos.

El DSM-V define la Disforia de Género como una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado durante al menos seis meses. Para el diagnóstico de Disforia de Género en una persona, el DSM-V considera que deben de existir unos criterios específicos:
1.- Una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y sus características sexuales primarias y/o secundarias.
2.- Un fuerte deseo de deshacerse de sus características sexuales primarias y/o secundarias a causa de una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y el género asignado.
3.- Un fuerte deseo de tener las características sexuales primarias y/o secundarias del otro género.
4.- Un fuerte deseo de ser del otro género (o de algún otro género alternativo diferente al asignado).
5.- Un fuerte deseo de ser tratado como el otro género (o como algún otro género alternativo diferente al asignado).
6.- Una fuerte convicción de que se tienen los típicos sentimientos y reacciones del otro género (o de algún otro género alternativo diferente al asignado).

Además, nos hace notar que es una condición asociada con angustia clínicamente significativa o discapacidad social u ocupacional, además de un alto riesgo de sufrimiento, como angustia o incapacidad. El sufrimiento viene causado por la disforia de género, no por un binarismo acusado que no permite ninguna expresión/vivencia/identidad de género que no sea la que se asocia con el sexo asignado por nacimiento (lo cual, ya lo sabemos, también es problemático por el mismo problema: el binarismo sexual cerrado). 

Dentro de los desórdenes parafílicos encontramos el Desorden Travestista, que consiste en tener, durante un periodo superior a seis meses, excitación sexual intensa y recurrente al tener fantasías, deseos o comportamientos travestis.

Como en el caso de la Disforia de Género, nos previene de que las fantasías, los impulsos sexuales o los comportamientos causan angustia marcada o discapacidad social u ocupacional. Son las fantasías las que le causan la angustia a la persona, no el no poder encontrar cauces no patologizantes ni estigmatizantes para dar rienda suelta a sus fantasías y comportamientos. 


13.9.12

¡Zas!


Y tantas otras cosas...

Dimorfismo sexual. ¡Zas!
Heterosexualidad obligatoria. ¡Zas!
Filiación bilateral. ¡Zas!
Orígenes prediscursivos. ¡Zas! ¡Zas!
Sujetos soberanos. ¡Zas!
Playas bajo los adoquines. ¡Zas! ¡Zas!

1.7.12

El último verano de la Boyita

 
El último verano de la boyita (2009) es una película dirigida por Julia Solomonoff que trata el tema de la intersexualidad en la adolescencia temprana. Jorgelina es una niña que va a pasar las vacaciones al campo con su padre. Allí, entabla amistad con Mario, un niño que resultará ser diferente al resto de los chicos.

Había ya leído muy buenas críticas sobre El último verano de la boyita. Alejandro Modarelli habla de ella en el libro Un cuerpo, mil sexos (una de las pocas publicaciones en castellano sobre intersexualidades), en el artículo "El gozo de los raros eventos, la potencia del lenguaje: "diagnóstico" de intersexualidad en la cultura". Modarelli considera que El último verano de la boyita, al contrario que la película XXY (2007) y que el best seller Middlesex de Jeffrey Eugenides (2002), se aleja del discurso biomédico o normativizador, y de las reglas del mercado. Compara, en este sentido, esta película con el diario de Herculine Barbin que sacó a la luz Michel Foucault.

Sin embargo, sí que aparece la sombra y la amenaza del discurso médico sobre Mario. Su familia se despreocupó de su condición intersexual. Al ver que Mario estaba sano, no pensaron que tenían que llevarle al médico. El padre de Jorgelina, que es médico, insiste en que sí que tendrían que haber hecho pruebas a Mario, y se ofrece para iniciar ahora el proceso de tratamiento que Mario necesita. La identidad de Mario se medicaliza en este momento. Ya no es Mario, es un síndrome, un trastorno, un desorden. El doctor pretende llevarle a Buenos Aires, a elegir tratamiento. Al intervenir el médico en la vida de Mario su madre se angustia, su padre le agrede, Mario se escapa.

Sin embargo, a pesar de la despreocupación en torno al tema, hay extrañeza en el tratamiento que recibe. Desde el invierno, momento en el que comenzó a tener la regla, duerme aislado fuera de las dependencias de la casa. Los chicos del pueblo le tratan de forma extraña. 

Esta extrañeza sostenida explota en el momento en el que un médico aparece para decir que Mario tiene un problema. Si bien no se utiliza el discurso médico, con palabras pronunciadas, en la película, podemos ver sus efectos perniciosos sobre las relaciones interpersonales y sobre la identidad de la persona afectada. 

La parte masculina de la familia de Mario reacciona de forma violenta. Mario se escapa, y vuelve justo a tiempo para participar un torneo en el que tiene que probarse como hombre. ¿Por qué tiene que probar, pregunta Jorgelina, por si no le gusta?

Pasa la prueba, gana la carrera ante uno de los chicos que peor le trata, el más viril, el más mayor. ¿Qué pasará después? ¿Será suficiente para "probarse como hombre"? ¿Quiere Mario tener que probarse como hombre?

No sabemos qué pasará con Mario. Jorgelina se va, y es ella la única a la que Mario le ha contado él mismo su secreto. La reacción de Jorgelina tras escuchar lo que Mario le susurra al oído: "A mi abuela le salen bigotes. Igual me gustas así". A Jorgelina le da igual que Mario tenga pechos, que Mario menstrúe, le da igual todo lo que a su padre, el médico, le parecían motivos para iniciar un tratamiento. 

Tengo que volver a ver XXY para comparar la presencia de los discursos medicalizados en ambas películas. Pero ya puedo decir que en esta película me ha causado gran angustia la intervención del médico en la identidad de Mario y, si bien no sabemos los efectos que esta intervención tendrán en Mario, vista la reacción de su entorno familiar, no puedo augurar nada bueno.




 

27.6.12

Fausto-Sterling y los cinco sexos


En la cultura occidental existe la creencia profundamente arraigada de que hay sólo dos sexos. Incluso el lenguaje con el que hablamos no nos permite referirnos a personas que no sean ni mujer ni hombre. Pero esta obsesión sociocultural desafía la naturaleza. La biología nos muestra que hay muchas variaciones ente el sexo femenino y el masculino. Fausto-Sterling considera, en su artículo "The five sexes", que se pueden establecer, al menos, cinco sexos. Ella establece cinco, pero advierte al mismo tiempo de que el sexo es una instancia demasiado amplia, un continuo maleable que desafía la estrechez de incluso cinco categorías. La propia Fausto-Sterling advierte de que ninguna clasificación puede ni siquiera sugerir la variedad existente en la anatomía sexual humana.

Hermafrodita durmiendo, S. II D.C. 

Las cinco categorías de las que nos habla Fausto-Sterling son: mujeres, hombres, herms, merms y ferms. Mujeres y hombres son las dos categorías sexuales reconocidas en nuestras sociedades occidentales. Entre estas dos categorías, existe un continuo sexual en el que se encuentran todas los tipos de intersexualidades existentes. Fausto-Sterling clasifica estas intersexualidades en tres grupos diferenciados. Los herms son las personas que han sido clasificadas como hermafroditas verdaderos: personas que tienen tejido gonádico ovárico y testicular al mismo tiempo. Este tejido gonádico puede darse separada y bilateralmente (un ovario, un testículo), o puede darse al mismo tiempo en el mismo órgano, formando lo que se conoce como ovotestículo.


Merms y ferms corresponden a otros tipos de intersexualidad que no son consideradas como hermafroditismo verdadero: aquello que se ha llamado desde el siglo XIX pseudohermafroditismo. Las personas merm (hermafroditas masculinos) tienen testículos, cromosomas XY, no tienen ovarios, y poseen genitales feminizados, esto es, vagina y clítoris; en la pubertad, normalmente desarrollan pechos y no menstrúan. Las personas ferm (hermafroditas femeninos), por otra parte, tienen ovarios, cromosomas XX, y genitales exteriores masculinizados. Sin intervención médica, las personas ferm pueden desarrollar barba, voz profunda y penes de talla considerada como estándar.


En esta clasificación de Fausto-Sterling subyacen varias ideas: por un lado, mantiene la división ente hermafroditas verdaderos y pseudohermafroditas con un sexo verdadero escondido bajo una apariencia ambigua; por otra parte, centra la feminidad o masculinidad de las personas pseudohermafroditas en el tejido gonadal y en la configuración cromosómica. Para esta autora, son hermafroditas masculinos las personas que, a pesar de tener un aspecto totalmente femenino, poseen testículos y cromosomas XY. Al contrario, son hermafroditas femeninos las personas que tienen cromosomas XX y ovarios, aunque su aspecto exterior, incluso el de sus genitales externos, sea considerado como masculino.


Suzanne Kessler, en una carta que escribió a la revista
The Sciences para comentar el artículo de Fausto-Sterling “The five sexes”, critica la clasificación de las personas en cinco sexos. Considera que la propuesta de Fausto-Sterling continúa dándole una importancia excesiva a los genitales “naturales”, aunque abra esta naturalidad a cinco sexos y salga del binarismo. Kessler cree que ignora el hecho de que las atribuciones de género se hacen en nuestro día a día sin tener acceso a inspecciones genitales.

Del LaGrace Volcano, Jack Unveiled, 1994.

LA UTOPÍA DE FAUSTO-STERLING

En su artículo “The five sexes” Fausto-Sterling nos muestra cuál sería la situación que ella considera ideal para el libre desarrollo de las identidades de sexo, género y sexualidades. Fausto-sterling nos invita a pensar un mundo en el que la comunidad científica ya no utilizara su saber para crear disciplinas que corrigen la intersexualidad, sino para preservar la vida. En la utopía de Fausto-Sterling se daría la oportunidad de que diferentes posibilidades sexuales se desarrollaran sin coacciones. En un mundo así, las oposiciones binarias de sexo y género se disiparían, así como la heterosexualidad obligatoria, cabe añadir.

Para Fausto-Sterling, un primer paso para la consecución a largo plazo de su utopía es que las intersexualidades dejen de ser borradas de la vista de la sociedad e ignoradas por la clase médica. Los tratamientos hormonales y quirúrgicos permiten a las madres, a los padres y a la clase médica el pensar que la intersexualidad se ha eliminado del cuerpo de la persona intervenida. Por ello, las personas intersexuales, infantes o adultas, tienen que ser abiertamente intersexuales, para poder mostrar así a la sociedad que no sólo existen las dos posibilidades vitales impuestas por las normas de género. Ser abiertamente intersexual, por supuesto, no es nada fácil en un sistema binario. Todo, desde nuestro nacimiento, está configurado para estar en una u otra categoría, así que las dificultades que una persona intersexual puede encontrar desde su infancia son numerosas; sin embargo, Fausto-Sterling considera que, a largo plazo, se puede conseguir así una sociedad en la que la sexualidad y el sexo sean algo que se celebre y no algo que se ridiculice o se esconda con temor. Es la sociedad en su conjunto la que tiene que hacer un esfuerzo para abrir las categorías rígidas de sexo, género y sexualidades, y no las personas intersexuales las que tienen que forzar sus cuerpos e identidades a encajar en un esquema binario que no da cabida a sus intereses, deseos, placeres, formas de estar en el mundo.

17.6.12

El esquema de la muerte


Con Judith Butler, considero que en las normas de género están imbricadas cuestiones relativas al considerado sexo natural y a las sexualidades. Todos los cuerpos tienen una anatomía, unas capacidades biológicas, unos rasgos físicos. Estas características se interpretan a partir de un esquema binario que sólo contempla la existencia de dos sexos diferenciados. Con esta interpretación dualista, se le asigna un sexo a ese cuerpo: mujer u hombre. Esta asignación marcará el destino social, identitario, afectivo, psíquico de la persona, pues de acuerdo con su sexo sólo podrá desarrollar un tipo de identidad de género. Ha de existir una coherencia inquebrantable entre el sexo y la identidad de género: si se asigna el sexo «mujer», sólo se podrá ser un ser femenino; si se asigna el sexo «hombre», sólo se podrá tener una identidad de género masculina. Sólo hay dos posibles identidades de género, que han de ser inestables a lo largo de la vida de la persona y que han de ser coherentes con su asignación de sexo. Además, este dualismo de género genera una inevitable jerarquía y los dos géneros están en posición de desigualdad. El sexismo, la preponderancia de uno de los dos sexos por encima del otro, es intrínseco al pensamiento dualista sobre las identidades sexuales y genéricas.

Por otra parte, aparte del sexismo también opera el heterosexismo: la heterosexualidad es la única práctica sexual reconocida socialmente como saludable, natural y deseable. Sexismo y heterosexismo son lo que Fausto-Sterling denomina «proposiciones incorregibles», que no son sino los dogmas que las ciencias proyectan al concebir las categorías con las que operan. Sexismo y heterosexismo son dos proposiciones incorregibles que configuran todo el esquema desde la propia materialidad del cuerpo hasta la configuración de los afectos, comportamientos y habilidades.

15.6.12

La tríada maravilla sobre intersexualidades: Suzanne Kessler

Suzanne Kessler completa, junto a Alice Dreger y Anne Fausto-Sterling, mi tríada maravilla de autoras sobre intersexualidades. Kessler, también feminista, estudia la intersexualidad desde una perspectiva psicológica, y la enmarca en sus análisis sobre la construcción cultural del sexo y del género. 

Ya en 1978 Kessler, junto a Wendy McKenna, afirmaba en su libro Gender: An Ethnomethodological Approach la construcción cultural del sexo. Kessler y McKenna insisten en que el sexo, lo que se ha considerado como biológico, es tan construido como el género. Las partes del cuerpo se ven como dicotómicas y esencialmente masculinas o femeninas, pero esta visión está construida ya socialmente. Las asunciones científicas sobre el sexo están marcadas socio-culturalmente. 

Kessler, además, ha escrito numerosos artículos sobre intersexualidades, así como el libro Lessons from the Intersexed. Ninguno de ellos está traducido. 

Kessler, en su texto “Meanings of gender variability”, indica tres razones por las cuales se realiza la cirugía genital infantil: porque salva vidas, porque mejora la calidad de vida y porque satisface necesidades sociales. Para Kessler, esta última razón aparece demasiado a menudo unida a las otras dos razones. Además, dice, es una hipótesis no probada: no se han realizado estudios que confirmen que los genitales “erróneos” o con “mal aspecto” conlleven consecuencias psicológicas fatales. Hoy en día, no se pueden hacer predicciones sobre el impacto de crecer con genitales ambiguos. Kessler se pregunta: no pudiendo predecir, ni para bien ni para mal, ¿se debe continuar satisfaciendo la necesidad de los progenitores de tener un/a hijo/a presentable? Las niñas y los niños deben llevar el fardo de ser aceptados o no, pero nunca se cuestiona que sean las madres, los padres, la clase médica, la sociedad, quienes acepten los genitales ambiguos. 

Fausto-Sterling, en Cuerpos sexuados, se hace eco de una nueva fórmula ideada por Kessler "para anunciar el nacimiento de un bebé XX afectado de hiperplasia adrenocortical congénita: «Felicidades. Tienen ustedes una hermosa niña. El tamaño de su clítoris y sus labios fusionados nos indican un problema médico subyacente que podría requerir tratamiento. Aunque su clítoris es de talla grande, sin duda es un clítoris... Lo importante no es qué aspecto tiene, sino cómo funciona. Es una niña con suerte, porque sus parejas sexuales lo tendrán fácil para encontrar su clítoris»" (Fausto-Sterling, Cuerpos sexuados, Melusina, p. 118). 

La tríada maravilla sobre intersexualidades: Anne Fausto-Sterling

¿Qué decir de Anne Fausto-Sterling? Es bióloga, feminista e historiadora de la ciencia. Ha escrito numerosos artículos sobre intersexualidad, como "The five sexes", "The five sexes: revisited" o "Life in the XY corral". También tenemos traducido su libro Cuerpos sexuados, que considero fundamental para cualquier aproximación feminista al tema de las intersexualidades. 

Ya en el primer capítulo de Cuerpos sexuados, Fausto-Sterling nos deja muy clara su visión feminista sobre la construcción del sexo: el sexo, que se ha considerado como biológico, es una instancia cultural, tan construida como el género. La visión de los cuerpos como pertenecientes a dos y sólo dos categorías está ya mediada por un contexto social, histórico y cultural. Fausto-Sterling, en este texto, analiza el tratamiento médico de la intersexualidad para mostrar que las consideraciones de las dos categorías de sexo como naturales, y las consideraciones sobre la intersexual vienen dadas culturalmente. 

Fausto-Sterling cree que el sexo es un continuum, como el espectro de los colores: “Simplemente, el sexo de un cuerpo es un asunto demasiado complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia” (Cuerpos sexuados, p.17). Fausto-Sterling considera que “etiquetar a alguien como varón o mujer es una decisión social. El conocimiento científico puede asistirnos en esta decisión, pero sólo nuestra concepción del género, y no la ciencia, puede definir nuestro sexo. Es más, nuestra concepción del género afecta al conocimiento sobre el sexo producido por los científicos en primera instancia” (Ibíd).

Fausto-Sterling se opone a la diferenciación dicotómica entre sexo y género, según la cual el sexo hace referencia a la fisiología y la anatomía, y el género a las conductas sociales. Fausto-Sterling, afirmando que “«sexo» no es una categoría puramente física” (Ibíd., p. 19), se une así a la crítica de la naturalidad del sexo que realizan autoras feministas desde diferentes disciplinas, como Monique Wittig, Suzanne Kessler, Donna Haraway, Judith Butler o Alice Dreger. Fausto-Sterling considera que la complejidad de los cuerpos es demasiada como para encajar en sólo dos diferencias sexuales. 

Fausto-Sterling realiza la misma crítica a la arbitrariedad de las categorías sexuales que hacía Monique Wittig en los años 80. Ambas autoras critican que se escojan unos rasgos y no otros para clasificar los cuerpos en dos categorías sexuales. Fausto-Sterling analiza el caso de María Patiño, una vallista española, que falló el test de sexo al que la sometió el COI en las Olimpiadas de Seúl. Para el COI, María Patiño, que nunca había dudado de que era una mujer, no lo era porque tenía testículos no descendidos y un cromosoma Y. Si María Patiño se hubiera sometido al control de sexo que el COI realizaba antes de 1968, que consistía en una observación de la atleta desnuda para comprobar que tenía mamas y vulva, lo hubiese aprobado. ¿Por qué se utilizan unos rasgos y no otros? Se les da significados culturales, que tienen que ver con la visión de género, a rasgos corporales que son, en sí mismos, neutrales.

3.6.12

Fa'afafine: el tercer género de Samoa

Las personas fa’afafine son consideradas un tercer género específico de Samoa. Tradicionalmente, son personas que son biológicamente consideradas como masculinas pero que son criadas como mujeres en familias que ya tienen demasiados niños. Cuando nace un niño en una familia en la que ya hay demasiados niños y ninguna niña, el recién nacido es elegido para ser criado como una niña con el objetivo de ayudar a su madre con las tareas domésticas. Como esas tareas domésticas están estrictamente destinadas a las mujeres, las fa’afafine tienen que ser criadas y vestidas como mujeres.

Estas personas a menudo continúan teniendo una identidad de género femenina en su edad adulta, incluso después de haberse casado con una mujer. Las personas fa’afafine tienen una vida sexual variada, tanto con hombres como con mujeres; sin embargo, existe la prohibición de mantener relaciones sexuales entre fa’afafines. No se puede leer la variada vida sexual fa’afafine en términos de homosexualidad o heterosexualidad, pues constituyen un tercer género. Una persona fa’afafine, al estar con una mujer o con un hombre, no está nunca con una persona de su mismo género. Sin embargo, sí que existe el tabú con respecto a las uniones entre fa’afafines, así como entre mujeres y entre hombres.


8.4.12

Aristóteles: el modelo del sexo único

Aristóteles expone en La reproducción de los animales sus ideas sobre los sexos y la reproducción. Aristóteles propone que sólo existe un sexo, los hombres, considerando a las mujeres una malformación de ese sexo único. 

La teoría de Aristóteles fue la aceptada como autoridad y transmitida, pero no era la única existente. La escuela de Hipócrates ya había sugerido la tesis de que lo que produce la vida es una combinación de dos principios activos: masculino y femenino. Aristóteles sólo habla de un principio activo, lo masculino, reduciendo así la vida a lo masculino. Parménides de Elea, en la segunda parte de su Poema, sugiere que existe una articulación de dos principios, femenino y masculino. Esta idea de que no sólo el principio activo era el masculino circulaba y se había propuesto con anterioridad. El mundo discursivo de la Grecia Antigua era más rico, no sólo existían los discursos transmitidos por la línea maestra de la filosofía occidental. Pero la idea de Aristóteles fue la que eclipsó a las demás, a pesar de sus aporías: si el esperma es el único principio activo y el cuerpo de la mujer es simplemente un recipiente que no aporta nada al proceso de dar vida, ¿cómo se explica que las criaturas se parezcan a sus madres?

La teoría acerca de la reproducción de Aristóteles está en consonancia con su teoría metafísica: el hilemorfismo, que establece una distinción fundamental entre forma y materia. A esta distinción se unen otras: movimiento/pasividad, masculino /femenino, alma/cuerpo... En el dualismo que establece Aristóteles, la forma se corresponde con lo masculino, el movimiento, el alma; mientras que la materia se identifica con lo femenino, lo pasivo, el cuerpo.

En la reproducción se produce una transmisión de la forma. El ser adquiere identidad a través de la forma, que está en el semen del hombre. La materia, lo que proporciona el cuerpo a la criatura, se encuentra en potencia en la sangre femenina, “una masa de líquido crudo, impuro, no elaborado, inerte y amorfo”. Para que esa materia pase de la potencia al acto necesita el principio del movimiento, que lo proporciona el fluido masculino: el esperma. No puede haber engendramiento sin materia y tampoco sin forma, pero la materia, que se corresponde con lo femenino, tiene una valoración negativa para Aristóteles. La forma que se encuentra en el semen es la que determina la materia de la criatura, esto es, que se transmite la forma masculina.

Entonces, ¿cómo se engendra una niña? Aristóteles explica esto por defecto: se engendra una niña cuando ocurre algo que impide que se engendre un niño, ya sea porque el padre sea muy joven, o muy viejo, o esté enfermo. Esto significa que existe un único modelo de forma, el modelo masculino, y que todo lo que no es esa forma se explica por defecto: lo femenino es una excepción de la forma que ha de ser explicado como una malformación.

La mujer es una deformación que se produce cuando no hay suficiente calor en el proceso de reproducción. La mujer, para Aristóteles, es un fracaso de naturaleza. No indica Aristóteles cómo un fracaso, una malformación puede ser absolutamente imprescindible para el ciclo de la vida. Para Aristóteles, sólo existe un sexo: el hombre. Las mujeres son simplemente malformaciones de ese sexo único. 

Thomas Laqueur nos muestra en su obra La construcción del sexo que los argumentos de Aristóteles sobre su modelo del sexo único se mantuvieron como argumento de autoridad indiscutible hasta el siglo XVIII. En la Roma del siglo II, Galeno mantuvo y difundió las tesis de Aristóteles sobre el sexo único y la idea de la mujer como malformación. En aquella época, estaba prohibida la disección o autopsia de cadáveres humanos. Así, Galeno realizó disecciones sobre todo en cerdos y monos y proyectó lo que había aprendido sobre estos animales a la anatomía humana. Galeno comenzó a situar los órganos internos en el cuerpo humano, extrapolando las informaciones que había observado en las autopsias y las vivisecciones realizadas sobre animales. Con esta confusión en el conocimiento de la organización de los órganos internos, se comenzó a suponer que las mujeres tenían los mismo órganos que los cuerpos masculinos, pero invertidos en el interior del cuerpo.

Galeno fue considerado la autoridad en el campo de la anatomía hasta el siglo XVI, cuando Vesalio se atrevió a poner en duda la doctrina galénica. Sin embargo, cabe destacar que hacia el siglo XIII ya se comenzaron a realizar disecciones en Bolonia, propagándose pronto la práctica a Padua, Montpellier y Lérida. Pronto se crean los teatros anatómicos, cuya estructura arquitectónica estaba basada en el estudio anatómico del ojo. Estos teatros anatómicos estaban dispuestos de tal forma que el público, los estudiantes, podía ver la disección del cadáver que realizaba el médico-maestro. 

Sin embargo, a pesar de realizar ya disecciones en cadáveres humanos, las teorías de Galeno no pierden su validez. Seguía siendo más poderoso el criterio de autoridad que la percepción sensorial. Lo que se percibe con los sentidos está condicionado y, en ese momento, ante la autoridad de Galeno, pesaba más el texto que lo que los ojos observaban en los cadáveres abiertos.

No será hasta el siglo XVI, que Vesalio, realizando disecciones, se dio cuenta de la cantidad de errores que existían en los textos galénicos. Sin embargo, a pesar de corregir los errores de Galeno en cuanto los órganos internos, Vesalio y todos los demás anatomistas que practicaban disecciones en cuerpos humanos seguían manteniendo la tesis de que los órganos femeninos eran analogía de los masculinos. El modelo del sexo único se mantendría hasta más allá del siglo XVIII.

6.4.12

Platón: el modelo de los tres sexos

Las categorías de sexo han cambiado a lo largo de la historia. Hoy en día, se utilizan criterios diferentes para determinar el sexo; criterios que, con seguridad, volverán a cambiar en un futuro. La biología tiene su propia historia social. Podemos rastrear, en diferentes tiempos y en diferentes culturas, formas diversas de considerar los sexos. 


Platón introduce en su diálogo Banquete, en boca de Aristófanes, un mito en el que reconoce la existencia de tres sexos y de tres prácticas sexuales diferentes. Según este mito, hubo un tiempo en el que existían tres sexos: “tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido [el andrógino]” (PLATÓN, “Banquete” en Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, vol. III, p. 222). 

 Al hablarnos de un mito, se puede considerar que se refiere a realidades que no existen; sin embargo, sabemos que las personas andróginas sí existen. A partir de la fantasía dice cosas que son reales: los cuerpos redondos no existen ni han existido, pero las personas andróginas sí. Existen, pero “en la ignominia” (Ibíd).



Las personas eran entonces redondas, con dos caras mirando en direcciones opuestas, cuatro piernas, cuatro brazos, cuatro orejas y dos órganos sexuales. Estas personas conspiraron contra los dioses y Zeus decidió cortarlos en dos mitades para hacerlos más débiles. Entonces, cada parte vivía buscando la mitad de la cual fue separada, y surgen así tres prácticas sexuales diferentes: la heterosexual, la lésbica y la homosexual. Nos dice Platón:

Cuantos hombres son sección de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres, y pertenece también a este género la mayoría de los adúlteros; y proceden también de él cuantas mujeres, a su vez, son aficionadas a los hombres y adúlteras. Pero cuantas mujeres son sección de mujer, no prestan mucha atención a los hombres sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden también las lesbianas (Ibíd., p. 226).

En este fragmento, Platón menciona el lesbianismo; de hecho, ésta es la única referencia que existen en la literatura clásica de Atenas que reconoce explícitamente la existencia de la homosexualidad femenina. Platón continúa su relato valorando la homosexualidad masculina de forma muy positiva, superior a la heterosexualidad:

Éstos [los homosexuales, que proceden de sección de varón] son los mejores de entre los jóvenes y adolescentes, ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no hacen esto por desvergüenza sino por audacia, hombría y masculinidad, abrazando lo que es similar a ellos. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos (Ibíd., p. 226-227).

Los homosexuales son más viriles por naturaleza, nos dice Platón, pues proceden de un ser completamente masculino y no tienen en sí ninguna parte femenina. Platón privilegia lo masculino por encima de todo, y la homosexualidad masculina es considerada como la práctica sexual más perfecta. Esta apreciación cambiará con el cristianismo, al considerar que la sexualidad sólo tiene que darse con el fin de la reproducción. Además, observamos que para Platón los homosexuales eran los hombres más viriles, mientras que actualmente la homosexualidad se considera como una feminización de los varones.

La relación que Platón nos está describiendo aquí es una relación homosexual pederasta. La pederastia homosexual no era sólo una práctica sexual sino un método de aprendizaje, una formación. Esta práctica, en la Antigua Grecia, estaba regulada: un menor de veintiún años (erómeno) se unía con un adulto (erastés), y en esa relación se realizaba un intercambio, tanto físico como intelectual. La forma de la práctica sexual también estaba reglada: el joven debía mantener una actividad sexual pasiva e, incluso, no sentirse atraído sexualmente hacia su amante mayor, mientras que el adulto tenía un rol activo. El hombre mayor educaba, protegía y amaba al joven, quien le proporcionaba a su vez belleza y juventud.

Platón conecta al sexo masculino con el sol, al sexo femenino con la tierra, y al sexo andrógino con la luna, que participa de los dos. Observamos aquí una conexión con el mito de la caverna platónico: lo masculino se asocia con el sol, que es el símbolo de lo más elevado, del bien. Así pues, Platón valora positivamente al sexo masculino, mientras que vincula al sexo femenino con lo terrenal, que tiene una valoración negativa en Platón.

Nota: el vídeo es una canción llamada "The origin of love" de la película Hedwig and the angry inch. Tras la lectura de este mito de Platón, yo prefiero hacer hincapié en la idea del tercer sexo que en la idea del origen del amor romántico como búsqueda de la otra mitad, etc. Pero aún así, es una canción que repasa bastante bien el mito.