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28.1.14

Clítoris: marca del diablo


Adelanto de lo que estoy gestando para el número 2 de la revista Turba Filosofíapolítica, que será un monográfico sobre órganos y vísceras. Lo mío, para variar, los genitales femeninos y los considerados como ambiguos y abyectos.

"Durante un proceso por brujería en el año 1593, el esbirro a cargo del examen (un hombre casado) descubrió evidentemente por primera vez un clítoris y lo identificó como una marca del diablo, prueba segura de la culpabilidad de la acusada. Era un «pequeño trozo de carne sobresaliente, como si fuera una tetilla, de media pulgada de largo» que el ayudante del verdugo «vio a simple vista pero estaba escondido, puesto que se encontraba en un lugar muy secreto que era indecoroso mirar; sin embargo, finalmente, ya que no estaba dispuesto a callar una cosa tan rara», mostró la cosa a varios espectadores. Los espectadores no habían visto jamás algo así [sic]". 

Barbara Walker, The Woman's Encyclopedia of Myths and Secrets.



16.8.13

¿Qué es eso del kiriarcado?

Estudiando últimamente sobre la interseccionalidad como marco que posibilita una ética global de la responsabilidad me he encontrado con un concepto nuevo que me ha llamado mucho la atención: el kiriarcado. 




Kiriarcado es un neologismo acuñado por Elisabeth Schussler Fiorenza en su libro But She Said: Feminist Practices of Biblical Interpretation (Boston, Beacon Press, 1992). Schussler Fiorenza pretende redefinir la categoría de patriarcado en términos de estructuras de dominación múltiples y relacionales. El patriarcado hace referencia a un sistema en el que las mujeres están oprimidas por los hombres; el kiriarcado es una compleja red de opresiones y privilegios que se refuerzan y oscurecen unas a otras.

La idea que transmite el kiriarcado está relacionada con la interseccionalidad porque subraya las relaciones de privilegio y de poder que se esconden tras las dicotomías tradicionales de opresión. Existimos como sujetos en una compleja matriz de privilegios y subordinaciones en la que entran en juego numerosas categorías que nos configuran: edad, raza, color de la piel, casta, etnicidad, género, expresión de género, nacionalidad, ascendencia, clase socioeconómica, sexualidad, capacidad, corporalidad, peso, ciudadanía, religión, idioma, cultura, localización geográfica, posición social, etc.

Mientras que el término patriarcado sólo evidencia las relaciones de subordinación existentes entre hombres y mujeres, el kiriarcado pretende proporcionar un marco de comprensión para los múltiples sistemas de opresión, dominación y subordinación. Es por esto que me parece un concepto interesante para integrar diferentes luchas y hacer frentes comunes antisexistas, antirracistas, anticapitalistas, antiespecistas y un largo etc.

¿Qué os parece? ¿Usaríais el término kiriarcado para reforzar el de patriarcado? ¿Sustituiríais directamente el patriarcado por el kiriarcado en vuestros análisis? ¿Es un neologismo al que no le veis mucho sentido y que no acabará calando en el feminismo?


13.9.12

¡Zas!


Y tantas otras cosas...

Dimorfismo sexual. ¡Zas!
Heterosexualidad obligatoria. ¡Zas!
Filiación bilateral. ¡Zas!
Orígenes prediscursivos. ¡Zas! ¡Zas!
Sujetos soberanos. ¡Zas!
Playas bajo los adoquines. ¡Zas! ¡Zas!

22.7.12

Fausto-Sterling sobre la neutralidad de la ciencia

Anne Fausto-Sterling


Anne Fausto-Sterling, en su texto “Life in the XY Corral”, sostiene la tesis de que las ideologías dan forma a la biología evolutiva contemporánea. La dirección de los estudios, el tema a estudiar, el alcance del campo de investigación se ven afectados por diferentes instancias políticas, culturales y sociales. Así, personas que realicen sus investigaciones científicas en otras culturas, bajo otros sistemas de creencias, pueden construir otros sistemas científicos diferentes pero igualmente válidos desde un punto de visto científico.

Fausto-Sterling considera que las creencias científicas son establecidas por las personas que hacen ciencia y por la literatura científica; así pues, al ser contingentes y fruto de acuerdos dentro de la comunidad científica, éstas pueden volver a cambiar. Fausto-Sterling cita al historiador de la ciencia Jan Sapp para explicar el proceso de producción de ciencia: “Los y las científicas se dedican a una lucha por la autoridad científica. Lo que está en juego en esta lucha es el poder para imponer las definiciones de los campos: qué cuestiones son importantes, qué fenómenos interesan, qué técnicas son adecuadas, y qué teorías son aceptables”. Todas estas cuestiones son fruto del quehacer científico, por lo que pueden cambiar con diferentes formas de hacer ciencia. Fausto-Sterling cree que las ideas occidentales sobre raza, género y clase han dejado su impronta en el campo de la biología evolutiva.

Desde los estudios sociales la ciencia se sostiene que la investigación científica forma parte de nuestros sistemas políticos, sociales y culturales. Esta forma de ver la ciencia rechaza la idea de que las personas que hacen ciencia son agentes totalmente independientes y objetivos, capaces de encontrar verdades puras, sin limitaciones. Fausto-Sterling, que se adscribe a esta forma de análisis de las ciencias, matiza que no es que exista una correlación entre las creencias y los prejuicios de los individuos que hacen ciencia y el trabajo que producen, sino que los sistemas científicos reflejan de alguna manera nuestras creencias, así como las luchas políticas que existen alrededor de cuestiones como raza, género o clase. Esto no quiere decir que la presencia de esta huella política, social y cultural convierta a estas teorías científicas en erróneas e incoherentes. Todo lo contrario, la autora considera que gran parte del poder de la biología molecular contemporánea se encuentra en sus capacidades explicativas de procesos que tienen que ver con raza, género y clase.

Así pues, enmarcándose en los estudios sociales de la ciencia, Fausto-Sterling pretende dilucidar en qué sentido y hasta qué punto podemos considerar que el conocimiento científico está enraizado en la vida social. Fausto-Sterling concluirá que la imposibilidad de la ciencia de salir del binarismo mujer-hombre lleva a las personas que hacen a ciencia a ignorar datos que encajarían en sistemas científicos que podrían aceptar la existencia de estadios intermedios de sexo.

Como Donna Haraway (en Crystals, fabrics, and fields: Metaphors of organicismm in 20th century development biology) y Evelyn Fox Keller (en Reflexiones sobre género y ciencia), Fausto-Sterling analiza el uso del lenguaje y la elección de las metáforas que se utilizan para el desarrollo de las teorías científicas. Fausto-Sterling analiza en “Life in the XY Corral” el papel de la elección del lenguaje en la producción de teorías sobre el desarrollo sexual de mujeres y de hombres. Considera que asunciones inconscientes sobre el género, escondidas en el lenguaje que se utiliza para escribir sobre él, han contribuido a crear teorías que ella considera inverosímiles sobre el desarrollo sexual humano.

David Page, jefe del Corral XY en el MIT
Una de estas teorías inverosímiles es el descubrimiento de un gen que determina el sexo en el cromosoma Y. el doctor David Page, que tiene un laboratorio en el MIT que llama el Corral XY, es el investigador qeu afirma haber encontrado este gen. Page cree que hay un gen en el cromosoma Y que causa la masculinidad. Sin embargo, este gen se ha encontrado también en el cromosoma X. ¿Entonces? Page nos explica que en el cromosoma X este gen es pasivo, mientras que en el cromosoma Y es activo. Ah. 


Este artículo explora el trabajo científico sobre la determinación sexual atendiendo a tres instancias: 1.- El uso del lenguaje del hombre. 2.- La representación de lo masculino como presencia y de lo femenino como ausencia. 3.- El tratamiento de la categoría de sexo como un dualismo sin complicaciones.

Con respecto al uso del lenguaje masculino en la literatura científica sobre el desarrollo sexual, Fausto-Sterling apunta a que normalmente el término “hombre” se apropia del universal de “ser humano”, pero que en los escritos científicos el universal “ser humano” se refiere sólo al hombre. Así, cuando los estudios se refieren al desarrollo sexual, muestran sólo el desarrollo sexual masculino. Aunque la fórmula “desarrollo sexual” parezca inclusiva, no lo es, y los mecanismos de la determinación sexual femenina están invisibilizados, silenciados y sin investigar.

Por otra parte, Fausto-Sterling nos hace notar que continuamos en la lógica de la ausencia y de la presencia que operaba en la teoría aristotélica del sexo único. La diferenciación sexual femenina está determinada por la ausencia de algo, una mujer surge cuando falta algo. Esta lógica sigue funcionando en la forma de explicar el desarrollo sexual de los humanos en la ciencia contemporánea. 

Por último, Fausto-Sterling hace hincapié en visibilizar las complicaciones del sexo: ¿cómo se determina el sexo? ¿Es la presencia o ausencia de un gen en el cromosoma Y? ¿Son los genitales externos? ¿Son otras características corporales? Estas preguntas no tienen fácil respuesta pues, incluso biológicamente hablando, el sexo no es una cuestión fácilmente determinable. 

27.6.12

Fausto-Sterling y los cinco sexos


En la cultura occidental existe la creencia profundamente arraigada de que hay sólo dos sexos. Incluso el lenguaje con el que hablamos no nos permite referirnos a personas que no sean ni mujer ni hombre. Pero esta obsesión sociocultural desafía la naturaleza. La biología nos muestra que hay muchas variaciones ente el sexo femenino y el masculino. Fausto-Sterling considera, en su artículo "The five sexes", que se pueden establecer, al menos, cinco sexos. Ella establece cinco, pero advierte al mismo tiempo de que el sexo es una instancia demasiado amplia, un continuo maleable que desafía la estrechez de incluso cinco categorías. La propia Fausto-Sterling advierte de que ninguna clasificación puede ni siquiera sugerir la variedad existente en la anatomía sexual humana.

Hermafrodita durmiendo, S. II D.C. 

Las cinco categorías de las que nos habla Fausto-Sterling son: mujeres, hombres, herms, merms y ferms. Mujeres y hombres son las dos categorías sexuales reconocidas en nuestras sociedades occidentales. Entre estas dos categorías, existe un continuo sexual en el que se encuentran todas los tipos de intersexualidades existentes. Fausto-Sterling clasifica estas intersexualidades en tres grupos diferenciados. Los herms son las personas que han sido clasificadas como hermafroditas verdaderos: personas que tienen tejido gonádico ovárico y testicular al mismo tiempo. Este tejido gonádico puede darse separada y bilateralmente (un ovario, un testículo), o puede darse al mismo tiempo en el mismo órgano, formando lo que se conoce como ovotestículo.


Merms y ferms corresponden a otros tipos de intersexualidad que no son consideradas como hermafroditismo verdadero: aquello que se ha llamado desde el siglo XIX pseudohermafroditismo. Las personas merm (hermafroditas masculinos) tienen testículos, cromosomas XY, no tienen ovarios, y poseen genitales feminizados, esto es, vagina y clítoris; en la pubertad, normalmente desarrollan pechos y no menstrúan. Las personas ferm (hermafroditas femeninos), por otra parte, tienen ovarios, cromosomas XX, y genitales exteriores masculinizados. Sin intervención médica, las personas ferm pueden desarrollar barba, voz profunda y penes de talla considerada como estándar.


En esta clasificación de Fausto-Sterling subyacen varias ideas: por un lado, mantiene la división ente hermafroditas verdaderos y pseudohermafroditas con un sexo verdadero escondido bajo una apariencia ambigua; por otra parte, centra la feminidad o masculinidad de las personas pseudohermafroditas en el tejido gonadal y en la configuración cromosómica. Para esta autora, son hermafroditas masculinos las personas que, a pesar de tener un aspecto totalmente femenino, poseen testículos y cromosomas XY. Al contrario, son hermafroditas femeninos las personas que tienen cromosomas XX y ovarios, aunque su aspecto exterior, incluso el de sus genitales externos, sea considerado como masculino.


Suzanne Kessler, en una carta que escribió a la revista
The Sciences para comentar el artículo de Fausto-Sterling “The five sexes”, critica la clasificación de las personas en cinco sexos. Considera que la propuesta de Fausto-Sterling continúa dándole una importancia excesiva a los genitales “naturales”, aunque abra esta naturalidad a cinco sexos y salga del binarismo. Kessler cree que ignora el hecho de que las atribuciones de género se hacen en nuestro día a día sin tener acceso a inspecciones genitales.

Del LaGrace Volcano, Jack Unveiled, 1994.

LA UTOPÍA DE FAUSTO-STERLING

En su artículo “The five sexes” Fausto-Sterling nos muestra cuál sería la situación que ella considera ideal para el libre desarrollo de las identidades de sexo, género y sexualidades. Fausto-sterling nos invita a pensar un mundo en el que la comunidad científica ya no utilizara su saber para crear disciplinas que corrigen la intersexualidad, sino para preservar la vida. En la utopía de Fausto-Sterling se daría la oportunidad de que diferentes posibilidades sexuales se desarrollaran sin coacciones. En un mundo así, las oposiciones binarias de sexo y género se disiparían, así como la heterosexualidad obligatoria, cabe añadir.

Para Fausto-Sterling, un primer paso para la consecución a largo plazo de su utopía es que las intersexualidades dejen de ser borradas de la vista de la sociedad e ignoradas por la clase médica. Los tratamientos hormonales y quirúrgicos permiten a las madres, a los padres y a la clase médica el pensar que la intersexualidad se ha eliminado del cuerpo de la persona intervenida. Por ello, las personas intersexuales, infantes o adultas, tienen que ser abiertamente intersexuales, para poder mostrar así a la sociedad que no sólo existen las dos posibilidades vitales impuestas por las normas de género. Ser abiertamente intersexual, por supuesto, no es nada fácil en un sistema binario. Todo, desde nuestro nacimiento, está configurado para estar en una u otra categoría, así que las dificultades que una persona intersexual puede encontrar desde su infancia son numerosas; sin embargo, Fausto-Sterling considera que, a largo plazo, se puede conseguir así una sociedad en la que la sexualidad y el sexo sean algo que se celebre y no algo que se ridiculice o se esconda con temor. Es la sociedad en su conjunto la que tiene que hacer un esfuerzo para abrir las categorías rígidas de sexo, género y sexualidades, y no las personas intersexuales las que tienen que forzar sus cuerpos e identidades a encajar en un esquema binario que no da cabida a sus intereses, deseos, placeres, formas de estar en el mundo.

17.6.12

El esquema de la muerte


Con Judith Butler, considero que en las normas de género están imbricadas cuestiones relativas al considerado sexo natural y a las sexualidades. Todos los cuerpos tienen una anatomía, unas capacidades biológicas, unos rasgos físicos. Estas características se interpretan a partir de un esquema binario que sólo contempla la existencia de dos sexos diferenciados. Con esta interpretación dualista, se le asigna un sexo a ese cuerpo: mujer u hombre. Esta asignación marcará el destino social, identitario, afectivo, psíquico de la persona, pues de acuerdo con su sexo sólo podrá desarrollar un tipo de identidad de género. Ha de existir una coherencia inquebrantable entre el sexo y la identidad de género: si se asigna el sexo «mujer», sólo se podrá ser un ser femenino; si se asigna el sexo «hombre», sólo se podrá tener una identidad de género masculina. Sólo hay dos posibles identidades de género, que han de ser inestables a lo largo de la vida de la persona y que han de ser coherentes con su asignación de sexo. Además, este dualismo de género genera una inevitable jerarquía y los dos géneros están en posición de desigualdad. El sexismo, la preponderancia de uno de los dos sexos por encima del otro, es intrínseco al pensamiento dualista sobre las identidades sexuales y genéricas.

Por otra parte, aparte del sexismo también opera el heterosexismo: la heterosexualidad es la única práctica sexual reconocida socialmente como saludable, natural y deseable. Sexismo y heterosexismo son lo que Fausto-Sterling denomina «proposiciones incorregibles», que no son sino los dogmas que las ciencias proyectan al concebir las categorías con las que operan. Sexismo y heterosexismo son dos proposiciones incorregibles que configuran todo el esquema desde la propia materialidad del cuerpo hasta la configuración de los afectos, comportamientos y habilidades.

15.6.12

La tríada maravilla sobre intersexualidades: Suzanne Kessler

Suzanne Kessler completa, junto a Alice Dreger y Anne Fausto-Sterling, mi tríada maravilla de autoras sobre intersexualidades. Kessler, también feminista, estudia la intersexualidad desde una perspectiva psicológica, y la enmarca en sus análisis sobre la construcción cultural del sexo y del género. 

Ya en 1978 Kessler, junto a Wendy McKenna, afirmaba en su libro Gender: An Ethnomethodological Approach la construcción cultural del sexo. Kessler y McKenna insisten en que el sexo, lo que se ha considerado como biológico, es tan construido como el género. Las partes del cuerpo se ven como dicotómicas y esencialmente masculinas o femeninas, pero esta visión está construida ya socialmente. Las asunciones científicas sobre el sexo están marcadas socio-culturalmente. 

Kessler, además, ha escrito numerosos artículos sobre intersexualidades, así como el libro Lessons from the Intersexed. Ninguno de ellos está traducido. 

Kessler, en su texto “Meanings of gender variability”, indica tres razones por las cuales se realiza la cirugía genital infantil: porque salva vidas, porque mejora la calidad de vida y porque satisface necesidades sociales. Para Kessler, esta última razón aparece demasiado a menudo unida a las otras dos razones. Además, dice, es una hipótesis no probada: no se han realizado estudios que confirmen que los genitales “erróneos” o con “mal aspecto” conlleven consecuencias psicológicas fatales. Hoy en día, no se pueden hacer predicciones sobre el impacto de crecer con genitales ambiguos. Kessler se pregunta: no pudiendo predecir, ni para bien ni para mal, ¿se debe continuar satisfaciendo la necesidad de los progenitores de tener un/a hijo/a presentable? Las niñas y los niños deben llevar el fardo de ser aceptados o no, pero nunca se cuestiona que sean las madres, los padres, la clase médica, la sociedad, quienes acepten los genitales ambiguos. 

Fausto-Sterling, en Cuerpos sexuados, se hace eco de una nueva fórmula ideada por Kessler "para anunciar el nacimiento de un bebé XX afectado de hiperplasia adrenocortical congénita: «Felicidades. Tienen ustedes una hermosa niña. El tamaño de su clítoris y sus labios fusionados nos indican un problema médico subyacente que podría requerir tratamiento. Aunque su clítoris es de talla grande, sin duda es un clítoris... Lo importante no es qué aspecto tiene, sino cómo funciona. Es una niña con suerte, porque sus parejas sexuales lo tendrán fácil para encontrar su clítoris»" (Fausto-Sterling, Cuerpos sexuados, Melusina, p. 118). 

La tríada maravilla sobre intersexualidades: Anne Fausto-Sterling

¿Qué decir de Anne Fausto-Sterling? Es bióloga, feminista e historiadora de la ciencia. Ha escrito numerosos artículos sobre intersexualidad, como "The five sexes", "The five sexes: revisited" o "Life in the XY corral". También tenemos traducido su libro Cuerpos sexuados, que considero fundamental para cualquier aproximación feminista al tema de las intersexualidades. 

Ya en el primer capítulo de Cuerpos sexuados, Fausto-Sterling nos deja muy clara su visión feminista sobre la construcción del sexo: el sexo, que se ha considerado como biológico, es una instancia cultural, tan construida como el género. La visión de los cuerpos como pertenecientes a dos y sólo dos categorías está ya mediada por un contexto social, histórico y cultural. Fausto-Sterling, en este texto, analiza el tratamiento médico de la intersexualidad para mostrar que las consideraciones de las dos categorías de sexo como naturales, y las consideraciones sobre la intersexual vienen dadas culturalmente. 

Fausto-Sterling cree que el sexo es un continuum, como el espectro de los colores: “Simplemente, el sexo de un cuerpo es un asunto demasiado complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia” (Cuerpos sexuados, p.17). Fausto-Sterling considera que “etiquetar a alguien como varón o mujer es una decisión social. El conocimiento científico puede asistirnos en esta decisión, pero sólo nuestra concepción del género, y no la ciencia, puede definir nuestro sexo. Es más, nuestra concepción del género afecta al conocimiento sobre el sexo producido por los científicos en primera instancia” (Ibíd).

Fausto-Sterling se opone a la diferenciación dicotómica entre sexo y género, según la cual el sexo hace referencia a la fisiología y la anatomía, y el género a las conductas sociales. Fausto-Sterling, afirmando que “«sexo» no es una categoría puramente física” (Ibíd., p. 19), se une así a la crítica de la naturalidad del sexo que realizan autoras feministas desde diferentes disciplinas, como Monique Wittig, Suzanne Kessler, Donna Haraway, Judith Butler o Alice Dreger. Fausto-Sterling considera que la complejidad de los cuerpos es demasiada como para encajar en sólo dos diferencias sexuales. 

Fausto-Sterling realiza la misma crítica a la arbitrariedad de las categorías sexuales que hacía Monique Wittig en los años 80. Ambas autoras critican que se escojan unos rasgos y no otros para clasificar los cuerpos en dos categorías sexuales. Fausto-Sterling analiza el caso de María Patiño, una vallista española, que falló el test de sexo al que la sometió el COI en las Olimpiadas de Seúl. Para el COI, María Patiño, que nunca había dudado de que era una mujer, no lo era porque tenía testículos no descendidos y un cromosoma Y. Si María Patiño se hubiera sometido al control de sexo que el COI realizaba antes de 1968, que consistía en una observación de la atleta desnuda para comprobar que tenía mamas y vulva, lo hubiese aprobado. ¿Por qué se utilizan unos rasgos y no otros? Se les da significados culturales, que tienen que ver con la visión de género, a rasgos corporales que son, en sí mismos, neutrales.

9.6.12

Cuerpos desordenados, de Rafael M. Mérida Jiménez


En el capítulo “Palabras y palabrotas” de Cuerpos desordenados, Rafael M. Mérida Jiménez explora en el Diccionario María Moliner algunas definiciones sobre homoerotismo.

Afeminado
: acaponado, adamado, ahembrado, amaricado, amariconado, ambiguo, amujerado, barbilindo, barbilucio, blando, carininfo, cazolero, cazoletero, cocinilla, cominero, débil, defeminado, equívoco, fileno, lindo, marimarica, mariol, marioso, ninfo, palabrimujer.

Homosexual: afeminado, bardaja o bardaje, cacorro, garzón, marica, maricón, mariquita, puto, sodomita.

Heterosexual no aparece: no era una palabra de uso en los años 60.

Observa el autor 5 tipos de descalificaciones:
1)    Descalificación biológica. Con la palabra “invertido” se alude a la no naturalidad de la homosexualidad
2)    Descalificación moral. Se usan palabras como “vicio”, “abominable”, “perverso” para aludir a la homosexualidad.
3)    Descalificación lingüística. Son palabras que se utilizan como insultos: maricón/a/quita.
4)    Descalificación religiosa. Con “bardaje” y “garzón” se aluden a prácticas que realizan musulmanes.
5)    Descalificación genérica. No se incluye a las mujeres. El lesbianismo no aparece. “Lesbiana”, en los años 60, era únicamente una persona procedente de Lesbos.

 También explora las palabras construidas con el prefijo trans-. en los años 60, travestido era una persona que se disfraza, y transformista era un artista de circo capaz de transformarse rápidamente en otros personajes. En la última edición del diccionario de la RAE continúa siendo así. Transexual, que no aparecía en los años 60, está definido hoy en día como una persona que se siente del otro sexo o como una persona que, mediante tratamiento, cambia de sexo. Transgénero no es hoy una palabra aceptada por la RAE. 

13.4.12

Palabras que ¿sólo? hieren

Words can wound.
Medicine can be very cruel in diagnostic terms.
John Money


John Money en Sex errors of the body and related syndromes: a guide to conseling children, adolescents and their families, reconoció que las palabras diagnósticas de la medicina pueden herir, y consideraba que palabras como “hermafroditismo” o “intersexualidad” pueden ser demasiado estigmatizantes para las personas que nacen con un síndrome que afecta a sus órganos sexuales. Money decidió entonces utilizar el término “errores sexuales del cuerpo”. La palabra “error” le parecía menos estigmatizante porque creía que se refería a un error de la anatomía, no a un error de la persona. Podemos observar con esta terminología cómo la medicina moderna continúa considerando la intersexualidad como un error biológico. Milton Diamond y Hazle Beh, en su texto “Variations of Sex Development Instead of Disorders of Sex Development” prefieren utilizar las palabras “variaciones del desarrollo sexual”. 

En 2006 se publicó un consenso para acuñar el término “Trastornos del Desarrollo Sexual” (Disorders of Sex Development) para referirse a la intersexualidad. Este consenso fue alcanzado por personas críticas con la terminología médica tradicional, que hablaba de «hermafroditismo», tales como activistas de la ISNA y personal médico especializado en intersexualidad.

Diamond y Beh reconocen que el consenso de 2006 ha realizado un importante avance al proponer más precaución a la hora de recomendar intervenciones quirúrgicas, sobre todo en bebés y niños pequeños. También aplauden que el consenso sostenga que el lenguaje que la medicina utiliza manda un mensaje importante a las madres y padres y a los pacientes. Sin embargo, consideran que la nomenclatura propuesta por el consenso, “Desórdenes del desarrollo sexual”, mantiene la idea de que las intersexualidades, las variaciones del desarrollo sexual, suponen un desorden que tiene que ser tratado quirúrgicamente. 

Diamond y Beh consideran innegable el hecho de que las palabras pronunciadas por la clase médica afectan más allá del tratamiento médico: afectan socialmente, legalmente y, sobre todo, afectan a individuos que han de vivir toda una vida con la etiqueta diagnóstica que la clase médica le impone. Consideran que términos como “desórdenes” o “errores” son demasiado patologizantes y, además, demasiado estrechos. Las variaciones del desarrollo sexual abarcan cuestiones relativas no sólo al sexo, sino a la identidad sexual, a la identidad de género, a la sexualidad y a la propia percepción del yo de cada persona.

La medicina, al considerar las intersexualidades como desórdenes realiza un juicio de valor sobre la normalidad del desarrollo sexual de las personas. La medicina observa variaciones en el desarrollo sexual humano y a partir de esa observación establece una normalidad y un protocolo de actuación contra todo aquello que se desvíe de la normalidad establecida. Para Milton y Beh, esta actitud es arrogante y consideran que la medicina debería ser más humilde y compasiva. Milton y Beh consideran que el término que proponen, variaciones del desarrollo sexual, no emite juicios de valor y, además, no prohíbe ni ordena ningún tipo de intervención médica, dejando esa decisión en manos de la persona afectada.

Sin embargo, ¿tienen sólo un posible efecto invariable las palabras? ¿La palabra "desorden" siempre va a estigmatizar y herir, inequívocamente? ¿No existiría, quizás, la posibilidad de resignificar y reapropiarse positivamente la palabra "desorden"?

8.4.12

Aristóteles: el modelo del sexo único

Aristóteles expone en La reproducción de los animales sus ideas sobre los sexos y la reproducción. Aristóteles propone que sólo existe un sexo, los hombres, considerando a las mujeres una malformación de ese sexo único. 

La teoría de Aristóteles fue la aceptada como autoridad y transmitida, pero no era la única existente. La escuela de Hipócrates ya había sugerido la tesis de que lo que produce la vida es una combinación de dos principios activos: masculino y femenino. Aristóteles sólo habla de un principio activo, lo masculino, reduciendo así la vida a lo masculino. Parménides de Elea, en la segunda parte de su Poema, sugiere que existe una articulación de dos principios, femenino y masculino. Esta idea de que no sólo el principio activo era el masculino circulaba y se había propuesto con anterioridad. El mundo discursivo de la Grecia Antigua era más rico, no sólo existían los discursos transmitidos por la línea maestra de la filosofía occidental. Pero la idea de Aristóteles fue la que eclipsó a las demás, a pesar de sus aporías: si el esperma es el único principio activo y el cuerpo de la mujer es simplemente un recipiente que no aporta nada al proceso de dar vida, ¿cómo se explica que las criaturas se parezcan a sus madres?

La teoría acerca de la reproducción de Aristóteles está en consonancia con su teoría metafísica: el hilemorfismo, que establece una distinción fundamental entre forma y materia. A esta distinción se unen otras: movimiento/pasividad, masculino /femenino, alma/cuerpo... En el dualismo que establece Aristóteles, la forma se corresponde con lo masculino, el movimiento, el alma; mientras que la materia se identifica con lo femenino, lo pasivo, el cuerpo.

En la reproducción se produce una transmisión de la forma. El ser adquiere identidad a través de la forma, que está en el semen del hombre. La materia, lo que proporciona el cuerpo a la criatura, se encuentra en potencia en la sangre femenina, “una masa de líquido crudo, impuro, no elaborado, inerte y amorfo”. Para que esa materia pase de la potencia al acto necesita el principio del movimiento, que lo proporciona el fluido masculino: el esperma. No puede haber engendramiento sin materia y tampoco sin forma, pero la materia, que se corresponde con lo femenino, tiene una valoración negativa para Aristóteles. La forma que se encuentra en el semen es la que determina la materia de la criatura, esto es, que se transmite la forma masculina.

Entonces, ¿cómo se engendra una niña? Aristóteles explica esto por defecto: se engendra una niña cuando ocurre algo que impide que se engendre un niño, ya sea porque el padre sea muy joven, o muy viejo, o esté enfermo. Esto significa que existe un único modelo de forma, el modelo masculino, y que todo lo que no es esa forma se explica por defecto: lo femenino es una excepción de la forma que ha de ser explicado como una malformación.

La mujer es una deformación que se produce cuando no hay suficiente calor en el proceso de reproducción. La mujer, para Aristóteles, es un fracaso de naturaleza. No indica Aristóteles cómo un fracaso, una malformación puede ser absolutamente imprescindible para el ciclo de la vida. Para Aristóteles, sólo existe un sexo: el hombre. Las mujeres son simplemente malformaciones de ese sexo único. 

Thomas Laqueur nos muestra en su obra La construcción del sexo que los argumentos de Aristóteles sobre su modelo del sexo único se mantuvieron como argumento de autoridad indiscutible hasta el siglo XVIII. En la Roma del siglo II, Galeno mantuvo y difundió las tesis de Aristóteles sobre el sexo único y la idea de la mujer como malformación. En aquella época, estaba prohibida la disección o autopsia de cadáveres humanos. Así, Galeno realizó disecciones sobre todo en cerdos y monos y proyectó lo que había aprendido sobre estos animales a la anatomía humana. Galeno comenzó a situar los órganos internos en el cuerpo humano, extrapolando las informaciones que había observado en las autopsias y las vivisecciones realizadas sobre animales. Con esta confusión en el conocimiento de la organización de los órganos internos, se comenzó a suponer que las mujeres tenían los mismo órganos que los cuerpos masculinos, pero invertidos en el interior del cuerpo.

Galeno fue considerado la autoridad en el campo de la anatomía hasta el siglo XVI, cuando Vesalio se atrevió a poner en duda la doctrina galénica. Sin embargo, cabe destacar que hacia el siglo XIII ya se comenzaron a realizar disecciones en Bolonia, propagándose pronto la práctica a Padua, Montpellier y Lérida. Pronto se crean los teatros anatómicos, cuya estructura arquitectónica estaba basada en el estudio anatómico del ojo. Estos teatros anatómicos estaban dispuestos de tal forma que el público, los estudiantes, podía ver la disección del cadáver que realizaba el médico-maestro. 

Sin embargo, a pesar de realizar ya disecciones en cadáveres humanos, las teorías de Galeno no pierden su validez. Seguía siendo más poderoso el criterio de autoridad que la percepción sensorial. Lo que se percibe con los sentidos está condicionado y, en ese momento, ante la autoridad de Galeno, pesaba más el texto que lo que los ojos observaban en los cadáveres abiertos.

No será hasta el siglo XVI, que Vesalio, realizando disecciones, se dio cuenta de la cantidad de errores que existían en los textos galénicos. Sin embargo, a pesar de corregir los errores de Galeno en cuanto los órganos internos, Vesalio y todos los demás anatomistas que practicaban disecciones en cuerpos humanos seguían manteniendo la tesis de que los órganos femeninos eran analogía de los masculinos. El modelo del sexo único se mantendría hasta más allá del siglo XVIII.

6.4.12

Platón: el modelo de los tres sexos

Las categorías de sexo han cambiado a lo largo de la historia. Hoy en día, se utilizan criterios diferentes para determinar el sexo; criterios que, con seguridad, volverán a cambiar en un futuro. La biología tiene su propia historia social. Podemos rastrear, en diferentes tiempos y en diferentes culturas, formas diversas de considerar los sexos. 


Platón introduce en su diálogo Banquete, en boca de Aristófanes, un mito en el que reconoce la existencia de tres sexos y de tres prácticas sexuales diferentes. Según este mito, hubo un tiempo en el que existían tres sexos: “tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido [el andrógino]” (PLATÓN, “Banquete” en Diálogos, Madrid, Gredos, 1992, vol. III, p. 222). 

 Al hablarnos de un mito, se puede considerar que se refiere a realidades que no existen; sin embargo, sabemos que las personas andróginas sí existen. A partir de la fantasía dice cosas que son reales: los cuerpos redondos no existen ni han existido, pero las personas andróginas sí. Existen, pero “en la ignominia” (Ibíd).



Las personas eran entonces redondas, con dos caras mirando en direcciones opuestas, cuatro piernas, cuatro brazos, cuatro orejas y dos órganos sexuales. Estas personas conspiraron contra los dioses y Zeus decidió cortarlos en dos mitades para hacerlos más débiles. Entonces, cada parte vivía buscando la mitad de la cual fue separada, y surgen así tres prácticas sexuales diferentes: la heterosexual, la lésbica y la homosexual. Nos dice Platón:

Cuantos hombres son sección de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres, y pertenece también a este género la mayoría de los adúlteros; y proceden también de él cuantas mujeres, a su vez, son aficionadas a los hombres y adúlteras. Pero cuantas mujeres son sección de mujer, no prestan mucha atención a los hombres sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden también las lesbianas (Ibíd., p. 226).

En este fragmento, Platón menciona el lesbianismo; de hecho, ésta es la única referencia que existen en la literatura clásica de Atenas que reconoce explícitamente la existencia de la homosexualidad femenina. Platón continúa su relato valorando la homosexualidad masculina de forma muy positiva, superior a la heterosexualidad:

Éstos [los homosexuales, que proceden de sección de varón] son los mejores de entre los jóvenes y adolescentes, ya que son los más viriles por naturaleza. Algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan. Pues no hacen esto por desvergüenza sino por audacia, hombría y masculinidad, abrazando lo que es similar a ellos. Y una gran prueba de esto es que, llegados al término de su formación, los de tal naturaleza son los únicos que resultan valientes en los asuntos políticos (Ibíd., p. 226-227).

Los homosexuales son más viriles por naturaleza, nos dice Platón, pues proceden de un ser completamente masculino y no tienen en sí ninguna parte femenina. Platón privilegia lo masculino por encima de todo, y la homosexualidad masculina es considerada como la práctica sexual más perfecta. Esta apreciación cambiará con el cristianismo, al considerar que la sexualidad sólo tiene que darse con el fin de la reproducción. Además, observamos que para Platón los homosexuales eran los hombres más viriles, mientras que actualmente la homosexualidad se considera como una feminización de los varones.

La relación que Platón nos está describiendo aquí es una relación homosexual pederasta. La pederastia homosexual no era sólo una práctica sexual sino un método de aprendizaje, una formación. Esta práctica, en la Antigua Grecia, estaba regulada: un menor de veintiún años (erómeno) se unía con un adulto (erastés), y en esa relación se realizaba un intercambio, tanto físico como intelectual. La forma de la práctica sexual también estaba reglada: el joven debía mantener una actividad sexual pasiva e, incluso, no sentirse atraído sexualmente hacia su amante mayor, mientras que el adulto tenía un rol activo. El hombre mayor educaba, protegía y amaba al joven, quien le proporcionaba a su vez belleza y juventud.

Platón conecta al sexo masculino con el sol, al sexo femenino con la tierra, y al sexo andrógino con la luna, que participa de los dos. Observamos aquí una conexión con el mito de la caverna platónico: lo masculino se asocia con el sol, que es el símbolo de lo más elevado, del bien. Así pues, Platón valora positivamente al sexo masculino, mientras que vincula al sexo femenino con lo terrenal, que tiene una valoración negativa en Platón.

Nota: el vídeo es una canción llamada "The origin of love" de la película Hedwig and the angry inch. Tras la lectura de este mito de Platón, yo prefiero hacer hincapié en la idea del tercer sexo que en la idea del origen del amor romántico como búsqueda de la otra mitad, etc. Pero aún así, es una canción que repasa bastante bien el mito.