La obra de Claude Cahun (1894-1954), fotógrafa de principios del siglo XX, versa sobre el original, la copia, las actuaciones auténticas y las farsas coercitivas. Fue redescubierta en los años noventa gracias a obras como Claude Cahun. L’écart et la métamorphose, de François Leperlier y exposiciones acompañadas de diversos catálogos en Francia y Estados Unidos, donde la recepción fue entusiasta. Su obra retomó y prolongó las discusiones iniciadas en la década de los ochenta sobre la originalidad de la obra de arte y de la construcción del sujeto.
Claude Cahun, Autorretrato, 1928. |
Podemos observar cómo se mueve en este ámbito en los usos del reflejo en el espejo que hace en sus autorretratos con ropas masculinas de 1928 y en los retratos de Suzanne Malherbé del mismo año, así como en el autorretrato de una Claude de dos cabezas en Que me veux tu? de 1928.
Que me veux tu? 1928 |
Además su redescubrimiento coincidió con en el momento en el que se quiere desterrar la idea monolítica de la diferencia sexual a favor de la multiplicidad de diferencias. Claude Cahun dedicó su arte, pero también su propia vida, a investigar las consecuencias para la propia vida de fingir la feminidad y la masculinidad (en su caso, además, siendo judía y lesbiana). Masculinidad y feminidad son juguetes para Cahun. En su autorretrato de 1927, luce una camiseta con el mensaje “I’m in training, don´t kiss me” y con unos pezones bordados.
Su autorretrato de 1928 destroza las concepciones tradicionales de belleza femenina. Aparece con la cabeza afeitada, de espaldas, extremadamente andrógina, con su perfil aguileño recortado sobre el fondo negro: extremadamente ambigua, extremadamente bella, fuera de los estereotipos de belleza femenina. “Mezclar las pistas. ¿Masculino? ¿Femenino? Pero eso depende de los casos. Neutro es el único género al que me acoplo siempre. Si no existiese en nuestra lengua no se observaría ese flujo en mi pensamiento. Sería definitivamente la abeja obrera” (CAHUN, Aveux non avenus, Ed. Du Carrefour, Paris, 1939, p.176).
Al fingir en sus autorretratos tanto la masculinidad como la feminidad, propició uno de los debates más controvertidos en torno al placer sexual y a lo visual: muestra la dificultad de distinguir entre el deseo y la identificación.
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