David nació niño, sin ambigüedad genital alguna. Se le sometió a una operación de fimosis en la cual se cometió un error; como consecuencia de este error, el pene de David quedó irremediablemente quemado. Sus padres descubrieron en la televisión al doctor John Money, quien hablaba de sus éxitos en el Hospital de la Universidad John Hopkins realizando cambios de sexo en infantes con genitales ambiguos. Money explicaba cómo se puede intervenir en el género a través de la socialización, sobre todo a una edad temprana.
John Money era y continúa siendo una eminencia en el campo del tratamiento de la intersexualidad. Como Suzanne Kessler nos indica en su texto “The Medical Construction of Gender: Case Management of Intersexed Infants”, casi todas las publicaciones en torno al tratamiento de la intersexualidad en bebés han sido escritas o co-escritas por John Money, catedrático de psicología médica y catedrático de pediatría, director de la unidad de investigación psico-hormonal durante años en la Universidad y el Hospital John Hopkins. Las publicaciones que no han sido escritas por él se refieren a él y a sus teorías sin cuestionarlas, dándolas por válidas. Kessler comenta que, en lo referido al tratamiento de bebés intersexuales, existe un consenso que es raramente obtenido en la comunidad científica.
Así, ante estas credenciales del doctor, los padres de David decidieron llevarle al Hospital John Hopkins para que fuese evaluado. Money, al examinar a David, recomendó convertirlo en una niña y se mostraba muy optimista con el caso. De hecho, Money se mostró entusiasta ante la oportunidad que había estado esperando para probar su teoría de maleabilidad social del género: David tenía un hermano gemelo idéntico que iba a ser criado con un género masculino. Así, Money podía probar que una socialización diferente podía configurar una identidad de género distinta en dos personas biológicamente idénticas. Money les ofreció a los progenitores de David una solución que parecía tener pocas contrapartidas, y así a los 22 meses de vida a David se le extirparon los testículos y pasó a ser Brenda. No se le realizó una vaginoplastia.
El recorrido de Brenda fue bastante turbulento pese a los esfuerzos del equipo médico de Money. Brenda rechazó los estrógenos que le ofrecieron los psiquiatras, prefería las actividades masculinas y rechazó la operación para tener una vagina real a pesar de las fotografías sexuales explícitas de vaginas y de mujeres en parto que Money le mostró, a pesar de las representaciones de falsos coitos con su hermano que le obligaron a performar y a pesar de los argumentos sobre las maravillas de ser una mujer que le presentaron las personas transexuales MtF con las cuales se tuvo que entrevistar.
John Money, predicando la completa maleabilidad del género, aseguró a los padres de Brenda que si ésta era criada como una niña, se sentiría como una niña; sin embargo, esto nunca ocurrió. Las misteriosas visitas al médico a las que ella y su hermano eran llevados le hacían (les hacían) sentir como si fueran seres extraños. Money les planteaba preguntas extrañas sobre sus fantasías eróticas: a Brenda, le preguntaba si soñaba con mujeres, a su hermano le preguntaba si tenía erecciones. Para ahondar en sus investigaciones, Money les presentaba fotografías pornográficas para evaluar las reacciones de su deseo, y les sometió a profundas inspecciones genitales.
Hay un suceso especialmente interesante en la adolescencia de Brenda, no tanto por la actitud de la propia Brenda sino por la reacción de sus compañeras de colegio. A Brenda, a pesar de no tener ya su pene, le gustaba orinar de pie; sus compañeras, cuando la descubrieron en tal posición, la amenazaron de muerte. ¿Qué puede haber de tan subversivo, de tan desestabilizador, en el hecho de que una niña pequeña orine de pie como para suscitar una reacción tan desmesuradamente violenta? En efecto, Brenda estaba, sin saberlo, violando una de las sacrosantas normas de género que ya desde la infancia se nos enseña a nunca violentar: sólo los niños orinan de pie. La violación de esta simple norma supone la desestabilización de todas las demás. Si esta norma es arbitraria, ¿por qué no lo son también todas las demás, todas las demás que nos afectan hasta en lo más profundo de nuestra identidad?
A pesar de que Brenda siempre rechazó desde el principio esta feminidad impuesta, John Money instrumentalizó su caso para mostrar que sus conversiones de género eran todo un éxito. En 1972, cuando Brenda tenía siete años, Money dio una conferencia en la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia en Washington, D.C. en la que defendía el éxito de la intervención en el cuerpo y en la socialización de Brenda. Así mismo, señalando el mismo éxito, publicó en el mismo año Man and Woman, Boy and Girl. No fue hasta 1980 que Money paró de comentar públicamente el caso y nunca reconoció los fallos de su experimento.
Sin embargo, la reticencia de Brenda a encarnar la feminidad hizo entrar en escena a otro doctor, el único rival antagónico de Money que había sospechado durante tiempo de sus afirmaciones: Milton Diamond, quien defendía la existencia de una base hormonal para la identidad de género. En 1997 Diamond mostró en un artículo cómo Brenda había rechazado incansablemente su reasignación. En su adolescencia temprana, rechazó continuar tomando estrógeno. Dejó de ver a Money. Finalmente, a los 14 años, rechazó continuar viviendo como una chica.
Diamond, siguiendo su propia teoría, propuso redirigir el camino que sus genitales originales habían designado para él, y Brenda desapareció para devolverle su lugar a David. A los 14 años, David fue sometido a un tratamiento de hormonas masculinas y a una mastectomía (extirpación de los senos). Además, se le implantó un falo a través de cuya base podía orinar y que le permitía cierto placer sexual.
David, así, se vio colocado en el centro de una polémica entre maleabilidad (Money) o naturalidad (Diamond) del género. Por un lado, John Money, quien estaba seguro del éxito de la socialización para cambiar el género de una persona en la primera infancia. Aunque Brenda no se adaptaba a su papel de niña tan bien como Money pretendía y le irritaban muchos de los procedimientos a seguir, Money utilizó el caso de Brenda como paradigma del éxito de la resignación de sexo a través de la socialización. Para Money, lo masculino y lo femenino son totalmente maleables, son entidades culturales que no están irremediablemente ligados a la biología. Money considera fundamental el papel de la socialización para la producción de la identidad de género.
Por otra parte, está la postura de Milton Diamond, que piensa que el género de David estaba ligado a sus genitales iniciales. El género es una verdad interna y necesaria que está ligada a la biología. En este sentido, no puede ser nunca invertido, y tratar de hacerlo es una crueldad que, además, no conduce a la normalidad.
Sin embargo, fue la interpretación de Money la que cristalizó. Hasta tal punto fue aceptada la utilización de Money del caso de David/Brenda que ha penetrado incluso en la teoría feminista como instrumento para atacar el esencialismo y defender el papel de la cultura en la construcción de los géneros. Anderson y Zinsser en su Historia de las mujeres refieren a la obra de John Money y Anke A. Ehrhardt Man and Woman, Boy and Girl: The Differentiation and Dimorphism of Gender Identity from Conception to Maturity y la interpretación que realiza de esta obra Nancy Chodorow en The reproduction of Mothering: Psychoanalysis and the Sociology of Gender y afirman:
Muchos de los rasgos de carácter asociados a uno u otro sexo han demostrado ser un producto cultural y no biológico. Un caso clásico es el de dos gemelos varones idénticos, nacidos en los Estados Unidos a mediados del siglo XX, uno de los cuales fue castrado por accidente cuando niño. Sólo una educación diferente produjo una «gemela» y un «gemelo» a los cinco años. Como estas alteraciones precedieron a la producción hormonal, apuntan hacia el hecho de que gran parte del comportamiento esté controlado por la cultura y no por la naturaleza.(ANDERSON, Bonie S. y ZINSSER, Judith P., Historia de las mujeres. Una historia propia, Barcelona, Crítica, 2009, pp. 31 y 33. Como ejemplo del uso del caso de David/Brenda en la teoría feminista véase también MILLETT, Kate, Sexual Politics, New York, Doubleday, 1970).
La historia de David/Brenda, como hemos podido ver, se sitúa en el espacio en el que convergen los debates sobre la transexualidad y la intersexualidad. No es una persona intersexual, pues sus genitales no eran ambiguos antes de la cirugía negligente que los quemó; sin embargo, el tratamiento que recibió por parte de Money fue el mismo que el que reciben los bebés intersexuales. De hecho, la conclusión que sacó Money del caso de Brenda va dirigido al tratamiento de niños intersexuales en su primera infancia:
Ofrece una evidencia convincente de que la puerta de la identidad de género está abierta en el nacimiento de la vida de un niño o niña normal de una forma no menos que para uno nacido con órganos sexuales no acabados o para uno que haya estado sobreexpuesto al andrógeno o al que le haya faltado el andrógeno, y que permanece abierta durante al menos más de un año después de nacer
(Money y Green citados en BUTLER, Deshacer el género, p. 94).
Por otro lado, David/Brenda no es transexual, pero “podemos decir que juntos Brenda/David soportaron dos cirugías transexuales: la primera basada en un argumentos hipotético sobre lo que debería ser el género dada la naturaleza amputada del pene; la segunda basada en lo que debería ser el género a tenor de las indicaciones verbales y de conducta de la persona en cuestión” (Ibíd., p. 108).
El caso de David/Brenda es capaz de mostrar la crueldad del tratamiento que sufren las personas con genitales ambiguos, aunque los genitales sean ambiguos no de nacimiento sino como resultado de una negligencia médica. Podemos constatar a través de las vivencias de David/Brenda la brutalidad del tratamiento médico coercitivo e impuesto, y el daño que causan las cirugías no deseadas. El movimiento intersexual lucha por el cese de estas cirugías no deseadas y, yendo más allá, por conseguir ser aceptados, reconocidos, amados sin tener que ser corregidos, como si de errores de la naturaleza se tratase, para poder ser coherentes con respecto a las normas de género establecidas. Existen de hecho personas que viven y tratan de vivir en el espacio entre la clasificación binaria de mujeres y hombres, clasificación que “ni es exhaustiva ni es necesaria” (Ibíd., p. 99).
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